Debieran poner en la Uno de TVE, al alcance de toda la bendita ciudadanía, la serie danesa Borgen, un ejercicio europeo de cine político que ha interesado en todo el mundo. La cosa va de cómo el parlamento de Dinamarca, muy fragmentado, elige gobiernos (presididos por los líderes de partidos que no son los más votados) mediante complejos pero inteligentes procesos de negociación y pacto. Que es, precisamente, a lo que vamos definitivamente en España, una vez que el bipartidismo imperfecto ha hecho mutis por el foro y no parece fácil que regrese con la pujanza de los Ochenta o los Noventa. En este nuevo tiempo (que dice Pedro Sánchez), sin acuerdos nadie va a sacar nada en limpio.

Pongamos que el último barómetro del CIS atina más o menos (o contemplen otros sondeos posteriores a la moción de censura, que mostraban tendencias similares). Se ha podido romper a favor del PSOE el supuesto empate previo entre dicho partido, el PP, Ciudadanos y Podemos. Pero sigue sin haber mayorías suficientes ni mucho menos absolutas. Para volver a gobernar, el PP tendrá que ponerse de acuerdo al menos con Cs (o viceversa, que no está claro cuál de las dos marcas tomará ventaja sobre la otra). Y el PSOE habrá de reeditar su entente con Podemos y tal vez con alguna fuerza periférica. Caben otras combinaciones (la que alinea a PSOE y Cs ya quedó esbozada hace bien poco). Y por supuesto se ha de contar con escenarios muy fluidos en los que los pactos varíen su geometría en función de cada asunto.

Negociar, ceder, reajustar lo táctico para ganar en lo estratégico, defender los intereses de cada grupo de votantes, establecer puntos de encuentro... Eso es política. Una actividad compleja hasta cierto punto. Desde luego, algo muy lejano a esa visión simplista, absoluta y sectaria que hoy deslumbra a la gente más radical y con menos luces: ultras de derechas e izquierdas, nacionalistas españolistas, nacionalistas catalanes o vascos, partidarios acérrimos de cualquier tipo de pensamiento único. Hala... vean Borgen.