Resulta difícil no coincidir con el presidente del Gobierno cuando pide una «política de altura» para encarar la reconstrucción de nuestra economía. El impacto del covid-19 en la sociedad es de tal calibre que el llamamiento a la unidad y la responsabilidad es casi de manual. La idea según la cual, frente a las grandes crisis, hace falta sumar más allá de las ideologías y de los legítimos intereses territoriales, forma parte de la cultura europea. Es la que permitió la recuperación tras la segunda guerra mundial y permitió hacer de la Unión Europea uno de los principales actores de la segunda mitad del siglo XX. Sería irresponsable actuar como si estuviéramos ante una crisis más del ciclo económico, teniendo en cuenta la caída del PIB de dos dígitos y cifras de paro que rompen todas las estadísticas.

España vive un momento excepcional que reclama políticas de altura. En todos los ámbitos. Entendidas por tales aquellas que deben permitir, no solo una recuperación sostenible, sino una transformación de nuestra estructura productiva. De tal modo que el tejido productivo que emerja de esta crisis tenga más fortaleza que el actual. Para que responda mejor a las exigencias sociales y ecológicas del siglo XXI y para que resulte más eficaz frente a un mundo cada vez más competitivo. Sin una pronta reactivación, junto a una protección de los sectores más vulnerables, la resiliencia de la que habló Sánchez no podría ser la base de la recuperación.

Todos los partidos son y serán responsables de la unidad que reclama superar el trance actual. Quienes comparten el Gobierno entendiendo que, solos, no pueden acometer el esfuerzo que el momento necesita. Quienes están en la oposición, asumiendo que esta condición no les exime de arrimar el hombro, sin renunciar a su condición de alternativa.

El PSOE y Ciudadanos han sido los primeros en asumir esta nueva realidad. El PP ha expresado reservas, pero la entrevista que ambos tienen este miércoles debería despejar el terreno a un pacto de Estado que incluyera los Presupuestos Generales. Unidas Podemos se mostró reticente, en un principio, a que el acuerdo incluyera a Ciudadanos. Una actitud que no se entendería si el PSOE mantiene sus pactos de gobierno. Mientras todo indica que los nacionalistas vascos actuarán como siempre, poniendo por delante los intereses de Euskadi, el independentismo catalán sigue prisionero de la lógica preelectoral que domina la política catalana. Cuando la oportunidad que suponen los 140.000 millones de euros procedentes de la UE reclama todo lo contrario. Colaboración en vez de confrontación.