Volver a la rutina, sin ganas de hacerlo, después de las vacaciones lo llaman, desde hace años, síndrome posvacacional, ahora estamos en este periodo y surgen los análisis del por qué nos sentimos sin deseos de levantarnos con despertador, de empezar a tomar decisiones, de asumir responsabilidades, de ser pacientes además de ser diligentes. Todo esto, que no es otra cosa que la vida misma, nos da pereza y por ello entramos en un estado de ansiedad, faltándonos la energía sin poder conciliar el sueño, con dolores musculares, nos sentimos mal y una especie de estrés malhumorado nos invade para entender que estamos pasando el síndrome posvacacional. Posiblemente lo diga aquel que tiene un trabajo que le permite tomar vacaciones sin problemas económicos para llegar a final de mes. Si esto lo oyese alguien que tiene cita para solicitar el paro o cobrarlo, que no duerme pensando en cómo pagar la factura de la luz o de cómo hacer frente a la compra de los libros de sus hijos, posiblemente soltara un improperio y dijera ¡cuánta frivolidad! Y lo más llamativo es que este síndrome parece que lo sufre más de la mitad de la población activa. La Organización Mundial de la Salud no reconoce como una enfermedad el síndrome posvacacional, la murria no suele ser ningún problema salvo que haya un trasfondo de alguna otra patología asociada, además no creo que se den tantos casos de trabajadores en una situación que merezca una especial atención tal como se trasmite públicamente, lo normal es que se pase desperezándose.

Aunque sintamos, por nuestra educación ancestral, que el trabajo es un castigo divino, tal como están las cosas es una suerte y una alegría tener nómina todos los meses. Dicen que uno de los signos de inteligencia del ser humano es la capacidad de adaptación a los cambios que pueden surgir a lo largo de nuestras vidas, por lo que, este periodo, no deja de ser una vuelta a lo cotidiano y a una situación normal. Dejémonos pues de etiquetar como si fuera un diagnóstico diferencial todo aquello que por madurez no somos capaces de asumir y pongámonos a trabajar, empezando por los políticos que padecen el síndrome de stand by.

Lo que resulta ya preocupante es el estado de espera en el que se encuentra el gobierno español, está durando demasiado poner en marcha el motor, el engranaje para que empiece a funcionar. Mantenerlo paralizado transmite una enorme irresponsabilidad y, a la vez, no sé si por osmosis o por contagio emocional, el resto de los gobiernos autonómicos se encuentran en estado de ralentí, a la espera; entretanto se van echando los ingredientes para componer un guiso que se prevé de lo más variopinto, de momento se va cociendo a fuego lento. Es posible que la diversidad de la que tanto se habla, y que se tiene muy en cuenta a la hora de asumir los rasgos distintivos de una sociedad, se vea reflejada también en la política, en la variedad de composiciones de los diferentes gobiernos del país y se conforme, en un futuro, como algo necesario para alcanzar una estabilidad. No quisiera pasarme de optimista pero quizá sea un comienzo para establecer consensos al unísono y dejemos de ver tiros al blanco. En cualquier caso, si no se establece un gobierno sólido y con ganas de trabajar por la ciudadanía, sea del cariz que sea, y se establezca necesario acudir otra vez a comicios, entraremos igualmente en otra inestabilidad insostenible, dando un mensaje poco esperanzador lleno de recelo y desconfianza.

*Pintora y profesora