El pragmatismo en política suele traducirse en la devaluación de los ideales de los que uno parte cuando llega a tocar poder o a influir sobre él, ese baño de realidad al que hay que enfrentarse cuando entran en escena ese juego de intereses económicos y vectores derivados que no se presentan a elecciones, que no se ven pero siempre se notan. Es decir, lo que Pedro Santisteve define como «poderes fácticos y grupos de interés tan acostumbrados a que los representantes públicos coman de su mano».

Las tribulaciones del Pedro Sánchez presidente y las contradicciones de su Gobierno son el ejemplo más reciente. En general, para los partidos políticos el pragmatismo suele ser la excusa y también la herramienta para saltarse esos programas electorales repletos de cuentos de hadas, lugares comunes y finales felices. Dan prioridad al simplismo del con quién estoy dispuesto a pactar por delante del para qué. Eso es lo que vamos a ver tras las elecciones andaluzas de hoy domingo, que además del resultado en sí mismo servirán para entender qué es lo que podemos esperar en unas próximas generales.

Por la derecha lo de menos son los candidatos regionales, condenados a hacer de cabeza de turco si las cosas salen mal o a dejar que los líderes nacionales capitalicen el éxito, caso de que este llegue. El que su flanco ahora aparezca fragmentado en tres opciones no será obstáculo alguno para que se pongan rápidamente de acuerdo. Cómo ha cambiado el cuento: los otrora votos residuales de Vox ahora son oro puro para Casado y Rivera.

En el lado del PSOE lo importante no es la previsible victoria de Susana Díaz, sino si puede o no gobernar en solitario y si no hacia qué lado mirará. En cualquier caso, el pulso interno latente y permanente con Pedro Sánchez no quedará del todo resuelto.

Más a la izquierda, la cuestión a dilucidar es de concepto. Adelante Andalucía está independizada de hecho de ese Podemos de Pablo Iglesias, cada vez más centralizado y que busca restringir márgenes a sus confluencias o familias, sin romper con ellas, claro. Aquí se la juega Teresa Rodríguez, quien ha bajado el tono hacia Susana Díaz. Si los resultados la hacen indispensable, ya podremos pensar en un Vistalegre III.

Ocurra lo que ocurra hoy lo que vendrá a continuación más o menos ya lo sabemos. Primero vendrán las buenas intenciones y las promesas. Y, pasado el tiempo, siempre nos quedará el pragmatismo. H *Periodista