A nadie se le oculta que los apoyos que un partido presta a otro, particularmente en momentos cruciales para quien los recibe, suelen ir acompañados de compromisos o facturas . Se daba por hecho que el apoyo que Esquerra, IU y Coalición Canaria dieron a la investidura de Rodríguez Zapatero tendría contrapartidas. Y es lo que ha comenzado a negociarse, con pocos o ningún disimulo. Aznar, o González, con anterioridad, y en su momento de jefes de gobierno, se vieron en parecidas situaciones, para garantizarse el apoyo preciso para sacar adelante, por ejemplo, sus presupuestos de cada año, cuando no disponían de mayoría absoluta en las Cámaras legislativas. En esta ocasión, la casi mayoría de la que disfruta el PP en el Senado fuerza a que las negociaciones sean incluso más apreciables. Y eso explica que el mago Rubalcaba, para otros el taimado Rubalcaba, se haya puesto a la tarea de aunar voluntades para que los presupuestos de 2005 que apadrina Pedro Solbes puedan ver la luz del Boletín Oficial del Estado en tiempo y forma , es decir, sin los sobresaltos de votaciones adversas y sin perder su propia identidad.

Rubalcaba ha mantenido un primer encuentro con el portavoz de ERC, Puigcercós, y deberá continuar estas conversaciones con IU-IC, con CC, y en todo caso, con el propio PSC, los socialistas catalanes, que también tienen su particular interés en tener influencia en garantizar beneficios para el Gobierno tripartito catalán. No es que el Gobierno de Zapatero esté negociando, como sugirió José Montilla, con el gobierno catalán, pero es algo parecido: negocian los partidos integrantes de esa coalición gobernante.

NEGOCIAN y, se supone, obtienen ventajas y buenos precios, cabe suponer que sin romper la solidaridad nacional y la igualdad de las regiones, naciones o nacionalidades de España. Pero siempre hubo algunos tratos de favor. Hemos visto, en el comienzo de estas negociaciones, que el tripartito catalán que encabeza el muy influyente Maragall han llegado a plantear un estruendoso precio: que los presupuesto del Estado afronten y resuelvan la deuda acumulada por los sucesivos gobiernos de Cataluña por sus (prestigiosos) servicios sanitarios. Se ha hablado de una deuda acumulada de 600, 1.000 y hasta 1.200 millones de euros que una mala gestión de la sanidad catalana ha venido sumando año tras año. Y hemos comprobado que el propio Gobierno se ha negado a abordar esa cuestión en estas negociaciones previas sobre los presupuestos. Los peor pensados no descartan que Zapatero, Solbes y Rubalcaba se vean en la necesidad apremiante de resolver esa complicada herencia de Pujol que recibió Maragall al hacerse cargo del gobierno catalán. ¿Es eso justo, es aceptable para las restantes autonomías españolas, que no han disfrutado de parecidos niveles de servicios sanitarios y que se han atenido a la norma suprema de no endeudarse más allá de lo razonable, y a ser posible, de no endeudarse en absoluto? Nunca llegamos a enterarnos plenamente de qué facturas pagaron González o Aznar a los convergentes por sus ayudas, pero sí escuchamos a Pujol proclamar que dar su apoyo al gobierno de Madrid daba buenos réditos a Cataluña. Era una operación rentable. No lo será menos con un gobierno catalán más de izquierdas.

*Periodista