Comparar los regímenes políticos liderados por Adolf Hitler y Benito Mussolini no es fácil, ambos fueron totalitarios y causaron inmensos males pero no creo que sea un disparate decir que el nazismo fue peor, mucho peor, que el fascismo. El asesinato indiscriminado de personas contrarias a su ideal ario, como judíos, gitanos o negros, es el mayor crimen contra la humanidad cometido hasta la fecha. El nazismo nos parece hoy algo impensable, imposible, mientras que el fascismo parece estar más cerca, incluso nos es más próximo para el insulto.

La Europa democrática se está viendo invadida por partidos políticos de ultraderecha, que esa es la denominación correcta, al menos por el momento, y España no se libra de esa moda. Hasta las elecciones autonómicas en Andalucía, en 2018, la existencia de Vox era testimonial, pero los resultados en esos comicios y los obtenidos en las recientes de abril y mayo de 2019 nos deben llevar a pensar que esta opción política ha cuajado entre nosotros.

Pretender hacer una gruesa comparación entre las diferentes ultraderechas europeas no es fácil ya que tienen rasgos que los identifican pero cada uno de estos partidos se define por elementos autóctonos y, entre ellos, por la personalidad de sus líderes. Lo que sí es una realidad incuestionable es que por toda Europa están surgiendo partidos de este corte. Los hay en Finlandia, Suecia, Noruega, Alemania, Dinamarca, Bélgica, Holanda, Polonia, Hungría, Gran Bretaña, Francia, Suiza, Austria, Grecia, Italia y España. Ante esta realidad la pregunta que me hago es: ¿Está llegando el fascismo a Europa?

El fascismo surgió en Italia, con Benito Mussolini, y los rasgos que lo identificaron fueron: liderazgo fuerte; partido único; violencia para imponer su voluntad; ausencia de derechos defendibles ante la justicia; policías y jueces politizados en defensa del Estado; y odio al diferente.

El liderazgo fuerte es común a todos los partidos ultras, es imprescindible para su auge. Tratan a los ciudadanos como a menores de edad y sitúan al frente a alguien con carisma y fuerza, algo así como el mítico buen padre de familia, autoritario pero cariñoso. Que haya un partido único es imprescindible, el fascismo es incompatible con la democracia y esta exige pluralidad. La violencia está en su base ya que un buen fascista no admite contestación y el Estado está por encima de todo, por lo que justifican el uso de la fuerza para imponer ese criterio (los camisas negras de Mussolini fueron el inicio y gran soporte de su régimen). No hay partido ultra en Europa que, abiertamente, admita este principio, aunque los episodios violentos son frecuentes (Grecia es un buen ejemplo, con Amanecer Dorado). El concepto de derechos es incompatible con las ideas ultras (Ortega Smith acaba de darnos un brillante ejemplo admitiendo que las mujeres coman o se corten el pelo, eso son derechos, a su juicio) y tienen en su ideario la cercenación de muchos de ellos. Los aparatos coercitivos del Estado, policías y administración judicial, son básicos para imponer sus ideales totalitarios pero algo así no se puede exponer en un programa político y solo se impone cuando se accede al poder, por lo que ningún partido lo defiende abiertamente. El odio al diferente no se plasma en programa alguno, se disfraza de nacionalismo.

De conformidad con lo que acabo de escribir no parece que el fascismo esté llegando con inmediatez a nuestras puertas. ¿Quiere ello decir que no nos debemos preocupar? No, en absoluto, el monstruo está ahí. La ultraderecha tiene tendencia al totalitarismo y al fascismo no se accede en un día. Si llegan al poder comienzan a desarrollar el programa máximo, el que no está escrito, y entonces es cuando la carrera hacia el fascismo puede ser imparable. Hoy en Europa tenemos varios partidos ultras en el gobierno, en Suiza, en Austria (hasta hace unos días), en Italia; también en Hungría y en Polonia. Suiza es un país muy desconocido políticamente y algunas de sus prácticas nos parecerían imposibles entre nosotros y no es un buen modelo para comparar. Austria, Polonia y Hungría sí son miembros de la UE, por lo que les prestamos más atención y no es nada alentador lo que vemos, aunque sus gobiernos se quedan en lo ultra sin que hasta la fecha podamos ver indicios de deriva hacia el fascismo. Lo de Italia es otra cosa, difícil de entender, pero eso en su historia es la norma, basta con que recordemos a Berlusconi. ¿Camina Salvini hacia el fascismo? Como aspiración, este aprendiz de Mussolini lo tiene entre ceja y ceja, estoy convencido de ello.

Y ahí es donde veo yo el problema. Lo que uno consiga será estímulo para los demás. ¿Y entonces?.

*Militar. Profesor universitario. Escritor