Les hablaba ayer del mundialmente famoso método del doctor Richard Cohen para transformar en heterosexuales a aquellos homosexuales o a aquellas lesbianas que deseen dejar de serlo, para regresar al carril de las personas, según la doctrina canónica, no afectadas por deficiencias psíquicas.

Y el caso es que por la tarde, en el debate sobre el matrimonio gay que la Asociación Aragonesa de Escritores organizaba en comunión con la Sala Ambito , seguí hablando del doctor Cohen y de su maravilloso y patentado sistema involutivo, que al parecer ha conseguido aportar la paz de espíritu y la felicidad conyugal y heterosexual a varios miles de americanos aquejados por el vicio o pecado nefando, y en manos, hasta entonces, del caprínido Asmodeo, o de los aquelarres del Perro.

A dicho debate, estelarmente, diría yo, asistió Francisco Ors, leyenda viva de la escena española y autor de una reciente publicación ensayística, El encanto masculino , cuya lectura resulta ineludible para entender la actual problemática gay, sus raíces históricas, su proyección futura. En representación de los homosexuales y lesbianas intervinieron también en la misma mesa dos documentados miembros del colectivo Towanda, Silvia Morés y Chuse Antonio Aliaga, quienes pormenorizaron los conflictos y esperanzas entre los que oscilan sus políticas frente a la inminente batería de nuevos derechos que, con permiso del PP y de la Iglesia, pretende hacer aprobar el ejecutivo de Rodríguez Zapatero, ciertamente avanzado en este sentido.

Pero Franscisco Ors, fiel a su tradición intelectual, que le aleja por sistema de cualquier convención, se encargó de subvertir el debate enunciando una de las más brillantes tesis elaboradas en El encanto masculino : la aspiración de los modernos gays al matrimonio y a la adopción no contiene, desde su punto de vista, el menor atisbo conceptual de lo que podríamos entender como una reivindicación de carácter vanguardista; muy al contrario, establece una regresión social, una vindicación de la familia --y sus convenciones y normas-- como piedra angular de la nueva sociedad que se pretende fundar. El debate, por lo tanto, estaba servido.

Los miembros del colectivo Towanda supieron orillar la hábil tela de araña que les tendía el autor teatral, pero su discurso, por otra parte bien hilvanado, y siempre en el entorno de la igualdad como aspiración legítima de cualquier ciudadano español, siguió sonando un tanto convencional. Ors, sin dar la razón al doctor Cohen ni a la concejal Ana Botella, volvió a la carga al asegurar que los gays no eran ni podían ser iguales a los heteroxuales. Y emitió, en defensa de esta argumentación, dos razones de aparente peso. "Por un lado, el sexo gay --dijo-- es mucho más poderoso, precoz y longevo. Y, por otro, los homosexuales no podemos tener hijos biológicos, siendo resultado de un proceso distinto el aumento de la familia por mediación de los hijos adoptivos".

Towanda insistió en la igualdad de derechos, en las largas persecuciones sufridas, hasta obtener unas educadas tablas.

Pero la verdadera lucha la va a librar la derecha política y religiosa, que no admite lo uno ni lo otro.

*Escritor y periodista