Se quejaba Santisteve en Aragón Radio de que no le tienen respeto, respeto en general, y lo hacía a modo de justificación de la algarada protagonizada la pasada semana por el concejal Rivarés, que le obligó a suspender momentáneamente el pleno. Más razón que un santo, alcalde, pero el respeto no se impone, el respeto se gana, y es un valor que genera reciprocidad, algo que usted no ha sabido, o no le han dejado, ejercer en el Ayuntamiento de Zaragoza. La legislatura ha terminado tal y como empezó. Aquella indigna verbena de sus concejales el día que tomaron posesión, ondeando las bandas municipales como si fueran trapos, les restó valor como servidores públicos, y si uno no se respeta difícilmente se puede hacer respetar. Hace bien usted en querellarse contra quien le acusa de ser amigo del GRAPO solo por prestar locales municipales a familiares y amigos de quienes dejaron un reguero de sangre en Zaragoza. Ya sabe que hay gente que a puro de amasar barro no sabe de matices, y conviene poner las cosas en su sitio. Ni usted es amigo del GRAPO ni Miguel Merino fue un alcalde franquista. Por una cuestión de matiz: fue elegido en 1976 y, por si no lo sabe, permitió la acción sindical (bajo mano, claro) y no tomó represalias contra los funcionarios zaragozanos que, en 1977, protagonizaron la primera huelga en toda la Administración Pública. Y como parece que van a repetir, al menos usted y el señor Rivarés, que ha cambiado de confluencia política con tal fin, les hago una súplica: háganse respetar también por quienes no les votan. ¡Suerte!.

*Periodista