El ciclo literario "Escritoras Españolas", que organiza la Diputación de Zaragoza, tuvo un arraque fulgurante con la presencia de Almudena Grandes. La autora madrileña convocó más de doscientas personas en un Salón de Sesiones que se quedó pequeño para la ocasión.

El éxito viene acompañando a la autora de Las Edades de Lulú desde que --con este título, precisamente--, ganara, siendo muy joven, aquel legendario premio de la Sonrisa Vertical, dando a conocer un estilo, una manera de trabajar los personajes, las emociones, sus pulsiones secretas que ha ido creciendo y ampliando épocas y objetivos.

El que en la actualidad la motiva consiste, nada menos, en hilvanar seis Episodios, a la manera de Galdós, en el entorno de los veinticinco primeros años de la dictadura franquista. Ya lleva firmados dos volúmenes, Inés y la alegría y El lector de Julio Verne, y acaba de presentar la tercera y extraordinaria novela de la serie, Las tres bodas de Manolita.

Muchas de las fuentes utilizadas por la escritora como documentación de fondo son republicanas. Historias perdidas, olvidadas, personales, familiares, de guerrilleros, de mujeres abandonadas, de niños irregularmente entregados en adopción que ciertamente, por su humanidad, resultan conmovedoras. Almudena Grandes, como hizo el propio Galdós, como Dickens, como Tolstoi, extiende su comprensiva mirada hacia el convulso período histórico que tantas atrocidades vio cometer. En este sentido, la literatura resulta casi siempre bastante más terapéutica que la historia.

En un momento determinado de la tertulia con Julián Casanova, que fue su presentador, pregunté a Almudena Grandes qué pasaría si hoy, mañana, un político español, un líder, apoyándose en cualquiera de los partidos conocidos o fundando una nueva opción, abanderase en su programa electoral la instauración de la III República en España. ¿Obtendría un buen resultado? ¿Podría, incluso, ganar unas elecciones generales?

La respuesta de la escritora negó la mayor: ese líder no existe. Casanova estuvo de acuerdo, agregando que el concepto de República ha sido tan dañado por la historia oficial que la mayoría de los españoles le tienen reparo, prevención, miedo, o todo eso a la vez.

Con lo cual, el debate seguirá siendo, de momento, literario. De momento.