En su nueva entrega, que sugerentemente se titula La sangre de los libros (Planeta), Santiago Posteguillo, conocido sobre todo por sus novelas históricas, reúne una serie de anécdotas del mundo literario, curiosidades y paradojas del oficio de escribir y de sus oficiantes, los escritores.

Una de esas anécdotas, con más fondo del que aparenta, está protagonizada por Justine Larbalestier, una joven escritora norteamericana que vio cómo la cubierta de su novela Lier (Mentirosa) era radicalmente readaptada por los diseñadores de su editorial Bloomsbury.

La protagonista de Lier era una chica negra, pero en las pruebas de la portada de la novela aparecía una chica blanca. Justine protestó, pero su editor se mantuvo en sus trece: iban a vender mucho más con una chica blanca. Justine argumentó que Toni Morrison era negra y que le habían concedido el Premio Nobel; a lo que el editor replicó: "¿Tú qué quieres, ganar el Nobel o vender muchos libros?" Finalmente, Larbalestier consiguió hacer entrar en razón a su sello. La chica de portada fue negra, y el libro fue un éxito en Estados Unidos.

Además de este significativo episodio, La sangre de los libros reúne otras muchas curiosidades.

Desde la célebre desaparición de Agatha Christie, por ejemplo, tras los múltiples engaños amorosos que sufriera a manos de su marido, tan guapo como infiel, al rocambolesco modo en que los manuscritos de Virgilio consiguieron salvarse para la posteridad. Desde la resurrección de Robert Graves tras la I Guerra Mundial y su instalación en Deià, en la costa mallorquina, hasta el duelo en que Puskhin perdió la vida a manos de un francés que acabaría perdiendo la memoria... Desde las vicisitudes de Calderón para eludir las verjas de su convento a fin de saldar un lance de honor a las numerosas condenas de muerte que Séneca recibiera en Roma antes de beber la cicuta que acabaría con su vida. Desde los agobios de Victor Hugo para cumplir los inhumanos plazos concedidos por su editor, Gosselin, para que le entregase --¡nada menos!-- el manuscrito de Nuestra Señora de París, a la relación entre Cicerón y Petrarca, en base a la recuperación de un viejo pergamino romano.

Una lectura entretenida y complementaria bien presentada por un experto, Santiago Posteguillo, en la letra pequeña de la historia universal.