Hay que aprender a bailar. Es sano, saludable, y con la práctica llega uno a moverse muy bien. Mira tú por dónde resulta que las clases privilegiadas de este país nos están enseñando a bailar sin necesidad de tomar lecciones. ¡Gratis total! Increíble pero cierto. Solo hay que estar algo informado para aprender rápido cómo se mueven ellos y ellas, los pasos que dan, la de vueltas y vueltas alrededor de la pista, las parejas que eligen (siempre las mismas, por aquello de la confianza), la indumentaria adecuada para la ocasión; y sobre todo el asesoramiento de los expertos antes de lanzarse a la pista. Parece ser que últimamente lo que más se lleva es la salsa y el merengue. Todo baile que se precie tiene unas normas básicas, que se resumen en los pasos. Dependiendo del baile son dos, tres, cuatro, hasta llegar al tango que son cinco. Y así siempre: repetido, repetido, repetido hasta que se acaba la música.

A mí me encanta bailar y estaba pensando en pagarme unas clases de salsa, merengue o tango, para desentumecerme un poco de tantas horas de escritura sentada en el ordenador, pero de pronto me he dado cuenta de que ya me sé los pasos. Basta con que nos fijemos un poco (porque son tantos los escándalos que ya cansan) en sus movimientos, en sus gestos, en las frases memorizadas que salen de sus bocas, y en el ritmo que imprimen a sus cuerpos serranos, y ya sabemos bailar como ellos. No me digan que no es genial. Resultan impagables las lecciones que los miembros del Gobierno, con el mismísimo presidente a la cabeza, la monarquía, los presidentes de los oligopolios eléctricos, todos los intermediarios de los grandes negocios, hasta llegar a los corruptos y corruptas locales y de medio pelo, nos están dando a los ciudadanos españoles. Las lecciones que aprendemos rápido de tan repetidas son como los cursos de CCC a distancia, online o cómo se llamen ahora. De tan simples resulta que son eficaces.

Tanto en la salsa como en el merengue hay que tener en cuenta un paso imprescindible. El que lleva el ritmo de todo el baile, y cuya letra es: "No me consta", "no recuerdo", "no lo sé", "no se lo puedo precisar", "no conozco". Con estos pasos repetidos y con esta letra memorizada hasta taladrar el cerebro (de los oyentes, me refiero) ya podemos deslizarnos por la pista con la seguridad de que todo saldrá bien. Los españolitos de a pie ya no necesitamos bufetes de abogados impagables e impensables para nuestra clase social, ni siquiera clases de baile. Tenemos que ser valientes y cuando nos toque bailar llevar la lección bien aprendida y dar los pasos justos, ni uno más ni uno menos. Recuerdo que en las películas norteamericanas siempre los abogados se acogen a ese término milagroso: "este caso ha sentado jurisprudencia". Pues eso, esperemos que hacerse el tonto siente jurisprudencia también en la realidad y podamos salirnos por las ramas cuando se acabe la música.

Periodista y escritora