Es elegante, tímido y de talante más bien solitario. No le gustan nada las multitudes. Prefiere salir por la mañana temprano y a la caída del sol, por lo que no es fácil dar con él. Pero el próximo martes tendré la oportunidad de conocerlo. Me estoy refiriendo al lince ibérico. De todos los grandes felinos del mundo, es el que presenta un mayor peligro de extinción.

El hombre ha sido la mayor amenaza para el lince ibérico. Hasta la década de los 70 se le cazaba por su piel. A pesar de que el Gobierno español prohibió entonces su caza, el desarrollo urbano y el crecimiento de las infraestructuras de transportes han seguido reduciendo su hábitat, de tal modo que en la actualidad las cuatro poblaciones que quedan están aisladas entre sí, con unos pocos cientos de ejemplares, de suerte que la endogamia se ha convertido en un problema. Una de ellas está en el Parque Nacional de Doñana, que visitaré junto a la ministra de Medio Ambiente, Elvira Rodríguez.

La situación del lince ibérico ilustra el declive de la biodiversidad, que se ha acelerado a una velocidad sin precedentes. Muchas especies se están extinguiendo a un ritmo entre 1.000 y 10.000 veces más rápido de lo que sería natural. Entre las especies que se encuentran en situaciones muy delicadas se encuentran animales como el león africano, el orangután de las selvas de Borneo y Sumatra y el caimán chino.

Sus problemas tienen siempre un origen humano: nuestras carreteras y ciudades destruyen sus hábitats, sobreexplotamos los recursos naturales, rompemos el equilibrio natural introduciendo especies en zonas en las que no deberían introducirse. Y recientemente ha surgido la gran amenaza que supone el calentamiento global y que, según un estudio reciente, podría borrar de la faz de la tierra a más de un tercio de las especies antes del 2050.

En nuestras manos está poner freno a esta evolución. Es más, estamos obligados a ello porque necesitamos la biodiversidad para garantizar nuestra propia supervivencia.

Así, por ejemplo, los bosques oxigenan el aire, purifican el agua, previenen la erosión y las inundaciones y también moderan el clima. Nos proporcionan madera. En ellos viven animales y plantas que nos sirven de alimento y de los que obtenemos medicamentos.

El 9 de febrero se celebrará en Kuala Lumpur una conferencia en la que participarán los 188 Estados que son parte del Convenio sobre la Diversidad Biológica. Si la UE y otros estados europeos constituimos un frente unido en Kuala Lumpur, tendremos más posibilidades de lograr resultados concretos.

¿Qué tenemos que hacer? La piedra angular para la conservación de la biodiversidad es la protección de los hábitats y ecosistemas. Es preciso que establezcamos una red mundial de zonas protegidas en las que puedan sobrevivir nuestras especies y nuestros ecosistemas amenazados. De momento, sólo se encuentra protegido el 10% de las zonas con mayor biodiversidad del mundo y el 1% de los océanos, y la protección con que cuentan algunas de estas áreas es bastante deficiente.

Lo más importante es que logremos un compromiso mundial sólido para defender la biodiversidad, que incluya a las políticas de desarrollo económico, transportes y energía. En la UE ya hemos tomado importantes medidas para poner freno a la pérdida de biodiversidad. La red europea de zonas protegidas abarca actualmente el 17% del territorio de la UE, y hemos comenzado a reformar nuestras políticas agrícola y pesquera.

A pesar de ello, nuestros esfuerzos no se pueden detener ahí; los lugares protegidos de la red Natura 2000 han de gestionarse mejor y recibir más financiación; es posible que tengamos que designar más lugares y la conservación de la biodiversidad ha de ganar un mayor peso específico en todas las demás políticas. Merece la pena esforzarse: la población del águila imperial ibérica ha pasado de 50 parejas en 1974 a 175 en el 2002. Ahora nos toca salvar a todos los demás ecosistemas y especies amenazadas de Europa: el lince, el lobo, el oso pardo y, en último término, también a la especie humana.

*Comisaria europea de Medio Ambiente.