Patético. El final de esta Conferencia Mundial sobre el Sida es patético. Ni uno solo de los pocos objetivos que se marcaron en la anterior han sido cumplidos: los fármacos impagables no llegan a nadie en Asia y Africa, aumentan en millones las nuevas personas infectadas, y hay comunidades con menos presupuesto sanitario y de educación en la salud de lo que aquí pagamos por una caja de condones. Se veía venir, dado el viraje a esa estúpida moralina conservadora que experimenta el mundo y dado el nulo interés que los gobiernos han mostrado de verdad con este asunto. Ahí está Colin Powell haciendo el canelo de noche en un escenario poco antes de recomendar abstinencia sexual y de cerrar los ojos ante los nuevos 5 millones de infectados controlados sólo en 2003. Políticos que han asumido el discurso de los obispos sin que se les caiga la cara de vergüenza mientras niegan las ayudas económicas necesarias para la investigación y sonríen ladinamente ante la industria farmacéutica que impide que los fármacos lleguen a los países en vías de desarrollo. Son como la casa del Gran Hermano televisivo: no saben lo que pasa fuera, y si lo supieran no serían capaces de entenderlo.

*Periodista