Los hechos históricos y la interpretación de los mismos han sido con frecuencia instrumentalizados desde el poder en su propio beneficio pues, como decía Luis Algorri, las manipulaciones de la Historia constituyen uno de los delitos intelectuales más viejos del mundo.

En ocasiones hay una Historia que se silencia. Así, 40 años después de la muerte de Franco, el dictador genocida de vidas y libertades, siguen pendientes tantas losas, tantos silencios, sobre la magnitud criminal de lo que supuso el franquismo, de esa amnesia deliberada impuesta en la Transición y que atenta contra los mismos cimientos y valores de una sociedad que se precia de ser democrática. Ahí están, todavía, los centenares de fosas de víctimas de la represión que salpican nuestra geografía y nuestras conciencias, el pendiente reconocimiento jurídico de las mismas. Aún está pendiente la aplicación decidida de políticas públicas de la memoria democrática iniciada tímidamente por la Ley de Memoria Histórica de 2007 impulsada por Rodríguez Zapatero y paralizada por Rajoy; la reparación a quienes sufrieron la represión durante el dictadura; la aplicación de la legislación penal universal y el principio de justicia universal a los responsables de estos crímenes; la supresión definitiva de la simbología y nomenclator franquista de nuestros pueblos y ciudades; la cuestión de los niños robados...etc.

En otras ocasiones hay otra historia que se manipula. Este es el caso de la construcción de historias "nacionales" con una finalidad de exaltación política. Lo hizo el nacionalcatolicismo en el pasado, lo hacen los nacionalismos secesionistas en la actualidad. El caso de la instrumentalización interesada de la historia de Cataluña resulta un claro ejemplo. Como ha puesto en evidencia el historiador José Luis Corral en su libro La Corona de Aragón. Manipulación, mito e historia (2014), en el cual desmonta esta manipulación histórica que pretende presentarla como lo que nunca fue, entre otras cosas, como un "reino" cabeza de una supuesta "corona catalano-aragonesa". Estos delirios nacionalistas también los hallamos en otros periodos de la historia previamente "catalanizada", como los de Enric Guillot en su libro Descoberta i conquista catalana de América (2012) en el que se alude al descubridor "Cristófor Colom" como un "miembro de la Casa Real catalana", infundio que también avala Catalonia Tours al señalar que "solo la constante voluntad de aniquilar la memoria histórica catalana explica la nacionalidad de Cristóbal Colon haciendo creer que era genovés".

EN ESTA MISMA línea de apropiaciones indebidas hallamos las investigaciones de Jordi Alsina y del Institut de la Nova Historia, panfletario difusor de una "historia" tan nueva que no existe, en las que se defiende la catalanidad de Cervantes, Teresa de Jesús, Hernán Cortés o los aragoneses Miguel Servet, Pablo Gargallo y Segundo de Chomón. Sin comentarios.

También hay otra historia que se desvirtúa con una evidente hipocresía. Es el caso de algunos actos de recuerdo y memoria de hechos históricos cuya celebración contradice el auténtico sentido de los mismos. Citaré dos del año pasado.

El primero, en París, el 3 de junio. Los Reyes de España homenajearon a los 146 soldados republicanos españoles de La Nueve, la 9° Compañía de la 2ª División Blindada de la Francia Libre, la División Leclerc, que tan destacado papel tuvieron en la liberación de la capital gala frente al nazismo. Felipe VI definió este homenaje como un "símbolo de la libertad y la tolerancia", destacando también el heroísmo de La Nueve "en la lucha contra el totalitarismo". No obstante, fue un acto que resultó hiriente e hipócrita para los sectores republicanos, tanto de España como de los descendientes del exilio, dado que la monarquía restaurada tras la muerte de Franco nunca ha tenido ningún gesto, ninguna palabra, ningún homenaje para las víctimas del franquismo en territorio español, para con los 114.226 compatriotas que, según Emilio Silva, están todavía desaparecidos como consecuencia de la represión de la dictadura y yacen en las fosas de la infamia a lo largo de tantas cunetas y cementerios de nuestra España.

Otro ejemplo sería la ofrenda floral realizada por Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, el pasado 29 de agosto en el monumento al presidente de México Lázaro Cárdenas en la capital azteca. Construido en 1974 según un proyecto del arquitecto socialista turolense Francisco Azorín Izquierdo, en colaboración con su hijo Ángel y su nieto Telmo, también arquitectos, fue erigido por los colectivos del exilio republicano español en agradecimiento al presidente que a tantos miles de republicanos españoles acogió (en torno a 25.000 entre 1939 y 1942). En dicho acto, la corona de flores bicolor que depositó Pedro Sánchez no resultaba adecuada en un monumento proyectado y financiado por el exilio republicano y mejor hubiera sido ofrendar una corona tricolor o, también, una de flores rojas, más adecuada a la identidad auténtica de los ideales socialistas.

No resultan ni éticos ni aceptables estos usos interesados de la historia y, frente a los que así actúan, les recordaría, como dice Serrat que "no es amarga la verdad, lo que no tiene es remedio".

Fundación Bernardo Aladrén-UGT Aragón