Dicen quienes saben de Monclología (o como se llame el estudio del comportamiento de los inquilinos de ese palacete, sede oficial de la presidencia del Gobierno desde 1977) que una vez que se duerme un par de noches allí, se adquieren de modo inevitable dos extraños hábitos.

El primero consiste en recluirse de manera casi enfermiza, para sólo salir a recepciones oficiales, partidos de fútbol del siglo, comparecencias en el Congreso y el Senado, o de vacaciones estivales al coto de Doñana. Quizá por ello, los jefes monclovitas han dejado su huella personal en el complejo, bien sea construyendo piscinas y pistas de tenis, habilitando bodeguillas e invernaderos para bonsáis, pistas de pádel y sala de juegos para niños, cambiando la decoración o instalando una gran pantalla de televisión para ver cómodamente el Tour de Francia y los partidos de la selección y de la Champions. Este primer síntoma también se caracteriza por la fobia a la prensa y a dar la cara, tarea que suelen delegar bien en una pantalla de plasma, bien en un subordinado, habitualmente uno de los miembros del Consejo de Ministros (y de ministras, como dicen algunas).

El segundo se caracteriza por dejar claro, en esto apenas se necesita una semana de residencia en Moncloa, quién es el que manda. Unos, como Felipe González, lo manifestaron dándose un paseo marítimo en el Azor, el yate de recreo del «invicto caudillo», aquel militar traidor y felón a su juramento que dio un golpe de Estado en julio de 1936 a la República a la que había jurado servir y defender; otros, como José María Aznar, utilizando edificios del Patrimonio Nacional, cual el monasterio de El Escorial, para casar a su hija en un bodorrio que años después parece propio de una película sobre una banda de los bajos fondos (la mitad de los asistentes a esa boda o están en la cárcel o procesados o investigados por corrupción); o como han hecho Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, uno fletando un avión de la Fuerza Aérea Española para ir a ver un partido de fútbol, con la cabina bien surtida de jamón ibérico 5Js y los mejores tintos de Ribera del Duero, y otro para asistir en Benicasim a un concierto de su grupo musical favorito.

Pero además, como estos inquilinos saben que no va a durar mucho esa situación, pues es lo que tiene la democracia y la alternancia en el poder, también se preocupan de preparase una jubilación dorada: sueldo vitalicio, prebendas como disponer de personal de libre designación, chófer, despacho, etc. Cosas de España.

*Escritor e historiador