Se está produciendo en el mundo laboral español el fenómeno de la sobrecualificación, considerada como la posesión de un trabajo que requiere llevar a cabo unas tareas que están por debajo del nivel de formación, lo que no deja de ser preocupante y que demuestra una descoordinación entre las instituciones expendedoras de formación y las demandas de la sociedad. Existen frecuentemente unos claros desajustes entre los empleos desempeñados y las cualificaciones requeridas. Se habla de desajuste subjetivo, basado en la percepción de la propia persona sobre la relación que existe entre su nivel de formación y las tareas que desarrolla en su trabajo. Asimismo, existe el desajuste objetivo que muestra la diferencia que hay entre los años de formación y aquéllos que se considerarían adecuados para un determinado puesto. El desajuste objetivo se clasifica desde la infracualificación fuerte, en la que los años de formación requeridos supera en más de cinco años a los que se posee, a la sobrecualificación extrema, cuando la brecha entre formación y requisitos del puesto superan los doce años de formación.

Observamos que muchas personas están ocupando trabajos por debajo de su nivel de formación. Licenciados en Historia del Arte o en Lengua Castellana de comerciales, conductores de autobuses, o peones reponedores en unos Grandes Almacenes. Licenciadas en Derecho, con algún máster, y hablando inglés, de cajeras, cuidadoras de niños, camareras, abrepuertas o traecafés. Economistas con brillantes expedientes académicos, que trabajan de conserjes, contables o administrativos. Además con unos sueldos que no llegan a los 1.000 euros.

Hay determinados colectivos que se ven más afectados por esta situación claramente injusta. Entre las mujeres, según la Encuesta de Calidad de Vida en el Trabajo realizada por el propio Ministerio, el 21% tienen un trabajo por debajo de su nivel de cualificación, en los hombres es el 14%. Las causas pueden ser diversas: la mejor formación de las mujeres, ya que detentan el 60% de los títulos universitarios; y el predominio femenino en sectores de baja cualificación, como el servicio doméstico. Entre los jóvenes, según un estudio del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas y Bancaja, uno de cada tres está desempeñando un empleo por debajo de su cualificación, y el porcentaje llega hasta el 42% en el primer trabajo; lo que podría deberse a que muchos jóvenes compaginan estudios con trabajo a tiempo parcial o de verano. Según un informe de la OCDE, entre los inmigrantes que trabajan en España, el 42,9% ocupan puestos de trabajo con un nivel de cualificación inferior a su formación; en muchos países de Europa el porcentaje está entre el 20% y 25%. De hecho, el nivel formativo medio de los inmigrantes de Europa del Este y Sudamérica supera en cuanto a nivel formativo al de los españoles.

Las causas de esta situación son diferentes. Una de ellas podría ser que los jóvenes del baby boom de los setenta y ochenta, son los jóvenes recién graduados que salen de la universidad y aún están en sus primeros empleos, donde el exceso de cualificación es más frecuente. Como también que los sectores más potentes de la economía española, la restauración, la construcción o el transporte, se sustentan con poco personal cualificado, mientras que en sectores más especializados existe muy poca oferta. Además está muy extendida en buena parte de la sociedad española la costumbre de la titulitis, ya que se ha vinculado el título universitario con mayor prestigio social y mayor remuneración, y no siempre es así, como estamos mostrando en estas líneas. La inadecuación de los estudios universitarios al mundo laboral. En muchas universidades se siguen ofertando cada vez más títulos, sabiendo que aquellos que los van a cursar, en un alto porcentaje no van a poder ejercerlos. Y si tenemos en cuenta que existen muchas necesidades en nuestra sociedad, como la financiación de la Ley de Dependencia, no me parece de recibo, y lo dice un Licenciado en Historia, que salgan a millares los titulados en Historia o Historia del Arte anualmente de nuestras universidades, sabiendo que muchos de ellos van a verse condenados al paro, y luego, si tienen que vender libros con suerte en la FNAC se quejen contra el sistema. Y todavía menos, el que determinados catedráticos de estas disciplinas ilusionen con falsas expectativas a los recién titulados con buenos expedientes académicos, a que se embarquen en la tarea de realizar una tesis doctoral, sobre La vestimenta en la corte de Felipe IV o sobre Los procesos inquisitoriales de Villanueva de Arriba o de Abajo, a la que van a dedicar varios años dejándose allí las cejas, para luego con ella bajo el brazo no encontrar trabajo. Poco ha, un exalumno mío, con 30 años y tesis en Historia de Summa cum laude1, se me quejaba amargamente al verse en la puñetera calle, ya que le habían prometido que podría quedarse en la Universidad.Lo más grave de todo es que se está desaprovechando por la sociedad española un enorme potencial de capital humano. Nunca como ahora ha habido una juventud más formada. Algunos de ellos, tienen 2 o 3 carreras, másters, hablan idiomas y tienen que ocultar parte de su currículum. Algunos empresarios no quieren contratar para determinados trabajos, como cajeras o comerciales, a personas con muchas titulaciones universitarias, ya que creen que estarán desmotivadas y se marcharán cuando encuentren algo adecuado a su titulación. Algunos padres se preguntan si no sería mejor que hubiesen aprendido idiomas trabajando de camareros en el extranjero o hubiesen realizado una FP del tipo que fuese para acceder a los trabajos que se ofertan: técnicos, comerciales, mecánicos, fontaneros, camareros, informáticos, etc. Algo no funciona bien en este sistema, cuando muchas personas cualificadas, especialmente mujeres, jóvenes e inmigrantes sufren la "humillación laboral" o la "falta de trabajo", mientras otros no tienen inconveniente en embolsarse 3.000 euros mensuales haciendo de telefonista erótica o masajista. Es lo que hay.Profesor de Instituto