Con las vacaciones de Semana Santa a la vuelta de la esquina, el alcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch, negocia con las familias mayoritarias en el PSOE zaragozano un nuevo arreglo que permita reorganizar la Junta de Gobierno del Ayuntamiento. El enfrentamiento entre socialistas no es nuevo, pero en este caso se está escenificando al exterior con toda su crudeza. Entre tanto, significativos sectores de la administración municipal permanecen semiparalizados o envueltos en la incertidumbre. La situación es inaceptable y, desde luego, sigue sin parecerse en nada a lo que la ciudadanía de la capital aragonesa esperaba de sus actuales gestores. Paradójicamente, en el tándem PSOE-CHA es éste último partido el que sí está dando una buena imagen de dedicación y eficacia.

Los acuerdos previos sobre reparto del poder municipal, las ambiciones particulares y las viejas peleas en el seno del PSOE zaragozano no atañen para nada al vecindario. Son asuntos internos de una organización cuya representación electoral actual le obliga a actuar con responsabilidad, transparencia y coherencia ideológica. A los zaragozanos les traen sin cuidado las aspiraciones o intereses de unos u otros, sólo quieren que la ciudad funcione de una vez.