El lenguaje poético del recurso judicial presentado por el fiscal Anticorrupción, Pedro Horrach, ante la Audiencia Provincial de Palma contra la decisión del juez José Castro de imputar a la infanta Cristina de Borbón pone de relevancia la subjetividad del sistema judicial., pero no por los argumentos jurídicos que esgrime para demostrar la presunta discriminación que habría sufrido la infanta --que resultan incomprensibles para la mayoría de los mortales, legos en la materia--, sino por la defensa a ultranza que hace por un lado de esta --que evidentemente, no recibiríamos cualquier ciudadano de a pie-- y por la crítica descarnada que hace del juez, al que acusa de "ambigüedad, indefinición y contradicciones".

Pero donde la falta de objetividad del fiscal cobra mayor relieve es en su subjetividad lingüística, más propia del registro literario que judicial. Así, la "leve brisa" que desmorona el "andamiaje probatorio", con la que el poeta, perdón, el fiscal, evoca metafóricamente la fragilidad de dicho proceso, puede resultar más o menos acertada desde un punto de vista poético, pero se aleja de la precisión que debería regir el lenguaje jurídico.

Parece más bien así un mensaje dirigido a persuadir y emocionar al lector, que a llegar al fondo de la cuestión, lo que lleva al fiscal a cometer, en el mejor de los casos, los mismos errores que este advertía en el escrito de imputación. Y con la venia de sus señorías, para el que quiera disfrutar a la vez de realidad y ficción mejor que un recurso --aunque este sea al mismo tiempo judicial y literario--, un buen libro. Por ejemplo, Olvidado Rey Gudú, de Ana María Matute.

Periodista y profesor