Bueno, ya estoy más tranquilo. Lo de Cataluña tiene arreglo: se reconvierte TV3 para que sea como TVE y todo resuelto. Que la cámara enfoque donde debe, que los bustos parlantes digan lo correcto, que en las tertulias dominen los hispano-legales-constitucionalistas... y todo arreglado. Dicen que también habrá que cesar a treinta y tantos mandos operativos de los Mossos, intervenir de pleno Economía y Hacienda y si acaso disolver el Parlament. Pero lo de la tele, fundamental.

Es curioso que se contraponga TVE a TV3, cada una de las cuales se acredita hoy como perfecto modelo de medio público manipulador, subordinado al interés de los políticos que lo gobiernan, dirigido por periodistas de partido y ajeno por completo al interés general y a la ética informativa. En realidad, ambas televisiones son la misma cosa: descarados aparatos de propaganda nacionalista.

Pasa con todo. Aquí cada cual ve las cosas a su propio gusto. Los escraches, por ejemplo. Cuya legitimidad no debería depender de quién los haga o deje de hacer, sino de que su naturaleza sea cívica y no violenta... o agresiva y amenazadora (varios gorilas encapuchados gritando ante tu casa de noche no es escrache sino intimidación mafiosa, sean cuales fueren sus protagonistas).

O situaciones tan significativas como la que han propiciado los trágicos incendios de Galicia, que ahora son fruto del terrorismo incendiario, pero hace once años, cuando le tocó comerse el mismo marrón a un gobierno PSG-Bloque Galego, eran la consecuencia de evidentes errores políticos y Feijoo presumía de que con el PP al mando jamás ocurriría nada semejante. O los famosos Jordis, que no son presos políticos, pero si lo es el venezolano Leopoldo López, encarcelado por convocar movilizaciones que produjeron decenas de muertos. O las odiosas comparaciones entre Ucrania y Cataluña, o entre Cataluña y Eslovenia... O cualquier otra cosa.

Y conste que en este juego del tal para cual la derecha suele ganar, pero las izquierdas tampoco se quedan atrás. Se le llama sectarismo.