El desacuerdo entre el Gobierno de Aragón y el GIF para terminar los acabados de la obra retrasa sine die la apertura de la estación de autobuses de Zaragoza. Si los directivos de ambas instituciones que están negociando la ejecución del convenio tuvieran que utilizar cualquiera de las terminales de transporte que hay dispersas por la ciudad, a buen seguro no se levantarían de la mesa de negociación sin haber rubricado un acuerdo.

Mientras decenas de miles pasajeros se ven obligados a utilizar unas instalaciones tercermundistas sin higiene ni seguridad --cuando se utilizan, pues algunas líneas operan en la misma calle--, un modernísimo edificio que ha costado al erario público muchos millones de euros languidece por culpa de una negligencia administrativa. No se puede denominar de otro modo un desacuerdo que ni siquiera alcanza los dos millones de euros. Si la indignada voz de los viajeros no llega hasta los despachos debería llegar al menos la de los empresarios, que ya han advertido que su capacidad económica no puede soportar una desorganización como la que padece la estación ferroviaria. El presente de los viajeros está años luz de esa Zaragoza llena de dibujos virtuales y magníficos parques junto al canal.