La inminente alta médica de Teresa Romero una vez curada de la infección de ébola que la ha tenido un mes en el hospital Carlos III de Madrid supone una gozosa noticia en un proceso que ha puesto en jaque a la sanidad pública española, que ha vivido momentos muy duros con una crisis inesperada. Pero no puede ser un punto final, sino un punto y aparte para extraer las oportunas enseñanzas cara al futuro. Y es preocupante que quienes tienen más responsabilidad no actúen en esta dirección. Hay quienes reclaman que la comunidad científica tenga conocimiento del informe médico de Romero y que se complete con otro más exhaustivo. Es una lógica inapelable, por cuanto solo así se podrán poner las bases para prevenir y afrontar posibles nuevas infecciones. La información oficial sobre el caso de la auxiliar de enfermería fue pésimamente gestionada por Sanidad en su inicio, lo que sumió en el desconcierto a la población y en el descrédito a la ministra Ana Mato. Si ahora se quiere sustraer a los expertos el conocimiento de lo sucedido, se incurrirá en la misma irresponsabilidad. Y al final todo aflorará aunque sea vía judicial.