Viajo a Alagón con Teresa Viejo y el ciclo Escritoras Españolas de la DPZ, que vuelve a llenar, esta vez el aula Carlos Sierra, donde no cabe un alfiler. En el coloquio, un señor pregunta a la autora con cuál de sus facetas se quedaría, novelista, ensayista, periodista, presentadora.... La protagonista lo piensa unos segundos y responde: «formadora».

Esa función, la pedagógica o didáctica, no suele abundar entre los creadores, como tampoco la capacidad de gestión. Siendo cada vez más raros aquellos autores relevantes que organizan o gestionan ciclos, eventos, jornadas relacionadas, en el caso de Teresa Viejo, con la formación de la personalidad y de la opinión.

En su charla, la autora deleitó a la audiencia tirando del hilo de su propia curiosidad y convirtiendo dicha virtud en la causa decisiva de sus obras. Sus intensas novelas, La memoria del agua, Mientras llueva, Que el tiempo nos encuentre o Animales domésticos tuvieron como punto de partida su curiosidad hacia el Balneario de La Isabela o hacia la figura del director de cine español Miguel Morayta, extendiéndose esa curiosidad a la sentida por sus personajes hacia los elementos más misteriosos o mágicos de cada trama. Tal mecanismo del conocimiento, incendiándolo a modo de chispa la curiosidad y armando argumentos sobre principios lógicos o históricos resume la fórmula que ha llevado a Teresa Viejo a la plenitud creativa y personal que hoy disfruta.

Entre el público, nombres propios de Alagón. Su alcalde, Pascual Embid, que ha sido concejal durante dos décadas y ahora ocupa el primer sillón municipal. José Luis Ochoa, hombre de la cultura y juez de paz. Inmaculada Callén, cuya labor en la Biblioteca y programas de animación a la lectura es cada día mas meritoria. La historiadora Pilar Pérez Viñales, cuyo libro Alagón en la Baja Edad Media nos introduce en la riquísima historia de esta villa ribereña del Ebro y de la historia...

En espíritu, estuvieron Antonio Fernández Molina, a quien se ha dedicado una sala museo, con sus cuadros, libros, cartas (algunas de Camilo José Cela). Y Carlos Sierra, cuyos Poemas de cal y de arena siguen iluminándonos: Mi amor no muere con el sol/ ni crece ni toma pasión con la noche/ es sencillamente amor.