De vez en cuando la humanidad ha sufrido pandemias terribles que han provocado cambios sustanciales en el modo de vida y en las mentalidades. Desde que se tienen noticias escritas, e incluso antes gracias a los registros arqueológicos del ADN en poblaciones prehistóricas, la epidemias han diezmado sociedades enteras.

En Europa la más conocida es la peste negra del año 1348, que provocó millones de víctimas en todos los países, con porcentajes de mortandad tan elevados que en algunas regiones llegó al 40%. El cronista aragonés Jerónimo Zurita escribió que en la ciudad de Valencia morían de peste en el mes de mayo de ese año 300 personas cada día, para una población que probablemente no llegaba a 30.000 habitantes.

La peste negra se cebó con todas las regiones y afectó a todas las clases sociales. En la opulenta ciudad de Florencia causó estragos y dejó tal huella que Giovanni Boccaccio escribió en 1352 su libro de relatos 'El Decamerón', en el que diez jóvenes florentinos que se refugian de la peste en una villa a las afueras de esa ciudad, se cuentan cien historias mientras pasan el tiempo encerrados y asilados del contagio. En la primera jornada (capítulo) de su libro, escribe Boccaccio: «No valía entonces ninguna previsión ni providencia humana, como limpiar la ciudad por operarios nombrados para tal caso, ni prohibir que algún enfermo entrara en la población, ni dar muchos consejos para conservar la salud, ni hacer, no uno, sino muchos actos píos invocando a Dios, en procesiones ordenadas y de otras maneras, por las personas devotas». Cuando remitió este gran brote de peste, la vida no volvió a ser igual.

Epidemias terribles, sobre todo de viruela y sarampión, mataron a millones de indígenas por contagio con los europeos que acudieron a América desde 1492; y la peste y el cólera volvieron a asolar Europa a mediados del siglo XVII.

Desde fines del siglo XVIII la invención de las vacunas y varios medicamentos paliaron algunas enfermedades, pero la llamada «gripe española» se llevó por delante a 50 millones de personas entre 1918 y 1920.

En 2020 una nueva pandemia amenaza a un mundo que se creía inmune a este tipo de epidemias, a las que consideraba propias de tiempos remotos. Y ante este baño de realidad no cabe otra que invertir más dinero y más esfuerzo en investigación y sanidad, pero también educar a la gente para que cumpla con las normas de las autoridades sanitarias.

No solo va en ello la vida de muchos, es que se trata de nuestra propia supervivencia como especie.