Ha resultado Trump tan chulo y majara, que a su lado Putin casi parece un caballero. Debe ser la viagra, que le sale al yanqui por las orejas y le produce una sobreoxigenación de las neuronas que le puedan quedar. Sea como fuere, los dos machos alfa de la manada global (con permiso del chino) arrastran una relación tan incomprensible como peligrosa para el resto de la humanidad.

Quizás estemos sufriendo una epidemia. Numerosos mandatarios exhiben aquí y allá una tendencia a la bravata y a la mala hostia que asusta al más pintado. También en España saltan chispas y da la sensación de que hay ciertos próceres que no estarán contentos hasta que el conflicto catalán no degenere en algo violento (pero de verdad) y podamos al fin casar los hechos con el relato, para poder decir que los independentistas han pasado del ruido a las nueces y ya son auténticos rebeldes.

No parece (no se lo parece a nadie que esté en su sano juicio) que sea posible enjuiciar a Puigdemont por rebelión. Pero todavía resulta más extremado e inaudito que se pretenda acusar de terrorismo a los majaderos de los Comités de Defensa de la República por cortar la circulación en una autopista. Tal barbaridad carece de precedente, pues en tal caso deberían estar en la cárcel (o haber pasado por ella) todos los obreros que se enfrentaron a la gran reestructuración industrial, los estudiantes que protestaron contra la política educativa del Gobierno, los sindicalistas que convocaron huelgas generales, los desahuciados que intentaron frenar desalojos... Aunque a lo mejor el deseo de Rajoy, sus policías y sus fiscales es poder empurar algún día a ese tipo de gente... si también se pone tonta.

El terrorismo es un problema demasiado grave como para utilizarlo de forma tan torticera. En Cataluña ha habido hasta ahora poca violencia (y si quieren incluyo en el «poca» las desdichadas cargas del 1-O). Y no me digan que les estoy haciendo el juego a los separatistas. A esos lo que mejor les viene es, precisamente, que el Ejecutivo central les haga el juego cubriéndose de oprobio.