El pasado martes, el ya investido presidente Lambán utilizó en su discurso un ramillete de términos para exponer ante las Cortes las virtudes de un inédito acuerdo a cinco bandas entre PSOE, Podemos, CHA, IU y PAR; entre otros, fue exponiendo desde la tribuna los conceptos de moderación, de centralidad y… de transversalidad. Este último vocablo provocó un rifirrafe con el portavoz del PP, Luis María Beamonte, que llegó a calificarlo de «memez», aludiendo a la opinión de un misterioso amigo de Tarazona como única autoridad. Más allá del lance dialéctico, la apelación del líder de los socialistas aragoneses sí reviste de interés, en tanto que supone un intento de superar el frentismo y los vetos que constituyen el principal obstáculo para la gobernabilidad del país.

De hecho, Lambán hizo un encendido elogio del español -que nombró con este término, frente a la estrecha designación de castellano que usan los nacionalistas--, y reivindicó la reanudación de las relaciones con la Real Academia durante el mandato anterior. Siendo así, parece indicado acudir al diccionario de esta institución para concluir que es transversal aquello que «se halla o se extiende atravesado de un lado a otro». Por su parte, nuestra María Moliner afirma que transversal es todo aquello puesto «en el sentido de la anchura de la cosa que se trata». A la luz de ambas definiciones, cabe deducir que el nuevo Gobierno aragonés sería algo formado por elementos que se extienden de un lado a otro del espectro ideológico con el fin, quizá, de ensanchar su base social. Probablemente, el mismísimo Beamonte no pondría grandes objeciones…

En realidad, la crítica del portavoz popular no iba dirigida tanto al sentido de las palabras de Lambán como al significado que adquieren en el contexto de su praxis política. Es decir, que más allá de las loas del candidato, la auténtica transversalidad del acuerdo de Gobierno estaría determinada, a su entender, por el elemento que lo atraviesa: el afán de supervivencia política de sus firmantes. No sería la primera vez que un responsable político adorna con bonitas imágenes sus intereses partidistas y despliega eso que los franceses denominan langue de bois como sinónimo de lenguaje rimbombante y vacío de contenido que se utiliza antes para enmascarar la verdad que para servirla. (Las intervenciones de los portavoces de Podemos e IU alcanzaron, en este sentido, una perfección rayana al virtuosismo.)

Sin embargo, esta enmienda a la totalidad pasa por alto que el acuerdo de gobierno que perpetúa a Lambán en el Pignatelli supone, a primera vista, la unión de cuatro fuerzas de izquierda con una que, como mínimo, no puede ubicarse en esta posición: el PAR. Porque, si dejamos de lado su voluntad de poder -»el clavico del abanico», que diría Biel--, la adscripción ideológica del Partido Aragonés está emparentada fundamentalmente con el conservadurismo: arraigo en el mundo rural, apego a la tradición y cultura locales y defensa de la propiedad privada sin supeditarla a otros criterios. No en vano, este bagaje divergente al del resto de componentes de su Gobierno es el que faculta a Lambán para hablar de transversalidad y superación del frentismo sin alcanzar acuerdo alguno con otras fuerzas constitucionalistas como el PP y Cs.

Durante los últimos años, la diferenciación canónica entre izquierda y derecha propuesta por el profesor Bobbio resulta cada vez más problemática, toda vez que los partidos socialdemócratas han dejado de poner la igualdad en el centro de sus políticas en favor de la identidad. Y en España este realineamiento se está haciendo en torno al concepto de nación, hasta el punto de que otros partidos conservadores como el PNV o la antigua Convergencia habrían dejado de ser de derechas. Solo el tiempo dirá si el Partido Aragonés ha iniciado un viraje similar… Más preocupantes resultan, en cambio, las palabras del presidente de Aragón cuando afirma que «no se puede defender lo mismo en todos los territorios» de España y apela a un federalismo cooperativo que constituye la enésima invención de su partido en la materia. Con afirmaciones como estas, difícilmente el PSOE sacará a este país de un laberinto construido en gran medida con palabras. H *Periodista