Sostiene Cristóbal Montoro que la recién presentada reforma fiscal reduce los impuestos a casi todos los ciudadanos, mejora la equidad, aumenta la eficiencia, posibilita un crecimiento de más de medio punto del PIB y no pone en riesgo el objetivo de déficit.

Desde organismos internacionales tan reverenciados como OCDE, FMI o Comisión Europea, pasando por expertos, analistas y estudiosos, se ve de manera muy distinta. Para los primeros no tenemos margen de maniobra para bajar impuestos si supone perder una recaudación de 9.000 millones de euros mientras los ingresos públicos previstos para 2014 no se están cubriendo (14.000 millones menos en lo que llevamos de año), la Seguridad Social tiene déficit, el fondo de reserva se exprime todos los meses y la deuda pública está cercana al 100% del PIB. Ellos tienen otros planes: que se incremente el IVA sobre las bases tributarias actuales, se rebajen cotizaciones a empresas, se continúe profundizando en la reforma laboral y se consolide la devaluación interna a través de la reducción salarial.

Para muchos analistas y expertos, es una propuesta electoralista, de corto recorrido, que ni mejora la capacidad de desarrollo del país ni resolverá las desigualdades; con esta reforma se mermará la capacidad recaudatoria del sistema ya de por sí muy baja (32,5% frente al 40,5% del PIB en la Europa de los 27), se mantendrá la economía sumergida, el fraude fiscal (9% del PIB) y las exenciones para todo tipo de casuísticas que en los Presupuestos Generales del Estado del 2014 suponen 35.000 millones de euros (salvo aquellas que beneficiaban a jóvenes por alquiler de vivienda o indemnizaciones a trabajadores por despido improcedente).

Ni los cambios de tramos en IRPF beneficiaran por igual, las rentas medias altas y altas salen mejor que las clases medias y bajas, (con ingresos de 90.000 euros/año pueden reducirse 2.446 euros más y con 15.600 euros/año solo 394), estos últimos salen doblemente perjudicados pagando por una fiscalidad regresiva y por los recortes del Estado en los servicios esenciales que el incumplimiento del déficit inmediatamente conllevará.

Es otra oportunidad perdida, los malos resultados electorales del PP y la desafección de una parte importante de su electorado, quieren recuperarlos con una reforma que nos puede traer serios problemas para cumplir compromisos adquiridos y gastos fundamentales del estado del bienestar. Utilizar sistemáticamente la ampliación de deuda pública es una hipoteca generacional injusta y regresiva pues igual repercute a los consejeros de las sociedades del Ibex 35 que a sus trabajadores. Hacienda ha desarrollado todo un sistema de comunicación capaz de usar nuestras esperanzas contra nosotros mismos, pero por mucho que distorsionen la naturaleza de las cosa y sigan echando la culpa a la herencia recibida, solo ellos son los responsables de aprovechar la crisis económica para engañar y estafar a la ciudadanía.

Cuando Montoro habla de los efectos mágicos que tendrá sobre la reactivación económica, me recuerda aquel chiste donde uno le dice a otro sentado ante el teclado de un piano; "¿Toca usted el piano?. No lo sé, nunca lo he intentado". Las prisas del Gobierno en sacar este proyecto de Ley tiene mucho que ver con la melancolía de su electorado, descreído de promesas incumplidas y escéptico con el futuro que les venden, pero también con la situación interna del PSOE, en busca de un liderazgo basado más en la suerte que en el cuerpo ideológico o experiencia de los candidatos. Si no son capaces de hacer un esfuerzo de explicación ligando liderazgo e ideología, se habrá perdido otra oportunidad de recuperación.

La fiscalidad es una de esas cuestiones esenciales para los ciudadanos donde los socialistas nos hemos deslizado peligrosamente hacia posiciones conservadoras. La pérdida de peso de las rentas del trabajo frente al capital, las facilidades para "maquillar" y no declarar, la permisividad de las sicav, la innecesaria eliminación de algunos impuestos, la reducción de su progresividad..., han mermado la capacidad recaudatoria que ya en los comienzos de la crisis 2008-09 cayó un 6% del PIB (60.000 millones de euros).

Es preciso recuperar como señas de identidad de la socialdemocracia el valor que tienen los tributos como inversión para el futuro y base del sistema democrático .Sin ellos la igualdad de oportunidades sería mera retórica y el estado del bienestar una utopía. Un Estado sin recursos es débil y difícilmente podría hacer frente a las necesidades de la mayoría. Ese será el argumento para que el nuevo capitalismo desmonte a hurtadillas y para beneficio de empresarios y accionistas los servicios esenciales que tanto ha costado conseguir.