La transición de poderes entre los dos partidos mayoritarios está resultando especialmente traumática. A nivel personal, entre los presidente saliente y entrante, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, no existe la menor química; más bien da la impresión de que se detestan mutua y nada cordialmente. Pero tampoco entre sus colaboradores de confianza parece haberse establecido el deseable clima de cooperación que haría más rápido, sencillo y eficaz el trapaso de responsabilidades estatales.

La crispación resquebraja la vida política española. A las amargas declaraciones del presidente en funciones, que ha encajado muy a disgusto los resultados electorales del 14-M, hay que añadir las tremendistas opiniones de su esposa, Ana Botella, quien ha revelado una supuesta maquinación para "destrozar" a su marido. En la cúpula del partido conservador, además de un notorio desconcierto, hay contenida rabia y un revanchista afán que en nada --más bien, todo lo contrario-- va a cooperar para normalizar la vida política del país.

El aislamiento del PP se ha visualizado con claridad en el resultado final de las negociaciones en torno a la composición de los órganos camerales, Senado y Congreso. Pérez Rubalcaba, ese viejo zorro, por el PSOE, y Luis de Grandes, por el grupo parlamentario popular, han cerrado en falso sus numerosas reuniones. Como consecuencia de ese diálogo de sordos, el PP va a quedar completamente aislado en ambas Cámaras, donde no dispondrá de representación alguna. Que el principal partido de la oposición, al que han votado más de nueve millones de españoles, no esté presente en los órganos rectores de la actividad parlamentaria y legislativa, es, me parece, un hecho desconcertante y grave.

Por contra, el resto de las doce fuerzas representadas en Congreso y Senado no han tenido mayor dificultad en negociar sus cuotas de representatividad. Coalición Canaria, tan implicada con las políticas del PP, se ha configurado como grupo propio. Las demás siglas, PNV, Esquerra, Conv¨rgencia, Izquierda Unida, etcétera, estarán presentes en las Mesas.

El aislamiento del Partido Popular abre en el futuro mediato una serie de incógnitas de compleja solución. Mariano Rajoy ha decidido adelantar el Congreso al próximo octubre --estaba convocado para enero del 2005--, a fin de aposentar su liderazgo, marcar las líneas de oposición y afrontar cuestiones tan delicadas como las sucesiones de Manuel Fraga en Galicia y la de Jaime Mayor Oreja en el País Vasco. Está por ver qué destino correrán sus líderes regionales en las autonomías donde el PP ha sufrido sus peores derrotas: Andalucía, Cataluña y Aragón. Javier Arenas podría retornar al palenque andaluz, mientras que se mantiene la incógnita sobre el porvenir de Josep Piqué y Gustavo Alcalde.

El PP, aunque mal ha comenzado en esta nueva etapa, tiene la oportunidad de afrontar la era posAznar con renovados rostros y mensajes. Encastillarse en una oposición estéril, utilizar "sus" autonomías y alcaldías como arma arrojadiza o sembrar el rencor entre sus votantes sólo servirá para perjudicarle todavía más.

*Escritor y periodista