A patraña suena eso tan manido de que todos somos iguales ante la ley. Cientos de ejemplos lo desmienten a diario. Hoy me voy a centrar en una imagen que saltó de forma efímera en los informativos a finales de septiembre. Iñaki Urdangarin en su primera salida de la cárcel llegando a un centro de discapacitados para trabajar allí dos días por semana, en plan voluntariado.

La noticia se las trae. El tipo llegó en un BMW oscuro y brillante, con chofer y dos escoltas. Uno de ellos le abría dócilmente la puerta para que el exduque, condenado a cinco años y diez meses por corrupción y desvío de fondos públicos, saliera del coche y entrara con aplomo de ladrón distinguido en una onegé de Pozuelo de Alarcón. Curiosamente el municipio con la renta más alta de toda España, donde gozará su permiso de trabajo voluntario. Un permiso que ha criticado el juez José Castro, instructor del caso Nóos, y también la fiscal general del Estado, María José Segarra, que estudia si recurre o no la decisión de este permiso diseñado a la medida del reo.

Pues nada, así es la vida. El hombre emparentado con la monarquía pudo elegir la cárcel que le pareció menos cutre. Rodeado de mujeres para que no corra el riesgo de que le den dos hostias algún compañero de celda que se pudre en una prisión masificada por un delito mucho menor. Y ahora, para que el mozo se pueda reinsertar, le conceden acceder a un voluntariado social dos días a la semana para que se airee ayudando -se supone- a los discapacitados. Parece un chiste si no fuera realidad. Yo me lo imaginado dando clases de economía y administración de empresas a estos alumnos menos avispados, o de cómo se puede vivir del cuento y llevarse el dinero público por dar una conferencia de corta y pega. Eso sí, el primer día en el centro Iñaki se trajo en su mochila un plátano y dos manzanas, por si no le daban de comer; aunque se fastidió porque le invitaron a almorzar con los trabajadores. Algo que sin duda rompió su anhelada soledad. Eso de mezclarse con la clase trabajadora no le debe hacer mucha gracia.

¿Pero qué país es este donde se permite que un preso de su calibre acuda a su primer día de trabajo en plan samaritano en un coche de alta gama, con dos escoltas y chofer? ¿Qué imagen se está dando a la sociedad? Yo, inocente de mí, pensaba que esta gente tendría un mínimo de estilo o de pudor y llamaría a un taxi para que le trasladará de la cárcel de Ávila hasta Pozuelo de Alarcón. Pero ni eso. Cuanto más tienen más roñosos se vuelven.

La primera salida del marido de la infanta Cristina ha sido sonada. Ya solo falta que en las siguientes le pongan un helicóptero para pasar el fin de semana con su numerosa familia y se les vea haciendo turismo por la zona. De eso a firmar autógrafos solo resta esa delgada línea que a veces se instala en la imbecilidad humana que admira lo que consideran superior aunque realmente, y con carroza incluida, estén a la altura del barro.

*Periodista y escritora