Que la historia se repite y que el hombre tropieza varias veces con la misma piedra son realidades cotidianas. Venezuela es el caso, pero no único ni por los mismos motivos. Desde el punto de vista económico, es el ejemplo paradigmático de lo que no se debe hacer en economía. Pero antes de analizar lo que no se debe hacer, debemos pensar en lo qué dio origen a que esa economía cayera en manos de esos visionarios incompetentes. Las razones en mi opinión serían la tremenda desigualdad social que impera en casi todos los países latinos, las carencias más básicas de millones de personas y el poder, riqueza, desprecio y exhibicionismo de las oligarquías respectivas. A partir de aquí, no es extraño que unos iluminados consigan ganar elecciones y gobernar. El problema viene cuando tienen que gestionar y creen que la economía se puede administrar desde una oficina administrativa, actuando contra el funcionamiento de los mercados, decidiendo arbitrariamente los precios de los productos, imponiendo a los productores su exhibición y su venta, estableciendo subidas salariales sin conexión con la productividad ni con una evolución sensata de la economía.

Como mínimo desde los mismos años 40 del siglo XX, y como crítica a la economía soviética, se cuestionaba la capacidad de una agencia gubernamental central como instrumento de organización económica. ¿Cómo de grande sería esa oficina? ¿Qué resultados podría exhibir? ¿No podían servir de ejemplo algunas economías fuertemente intervenidas en algún momento como nuestra autarquía franquista? Les recordaré que en aquellos años, consecuencia de las limitadas licencias de importación, los coches usados podían ser más caros que los nuevos. Lo he dicho bien. ¿Les sorprende? Los nuevos, comprados a partir de la licencia, que la conseguía quien la conseguía, se compraban al precio establecido y con los usados funcionaba la reventa. Tan alucinante como que Venezuela tenga que comprar gasolina, asentada como está en un mar de petróleo. Cuando se interfiere tan arbitrariamente sobre la economía, los resultados son desastrosos, por buenas que sean las intenciones. Los datos de Venezuela son escalofriantes. Tomen nota nuestros aprendices de brujo autonómicos y locales. Los experimentos en temas sociales, con gaseosa.

La economía es una materia sujeta a muchas críticas, merecidas, por sus dificultades de predicción. Sin embargo, en algunos aspectos, la economía es una ciencia más fiable que, por ejemplo, la medicina. Veamos. Si una persona no se cuida, fuma, bebe, etc, es previsible que en un determinado momento tenga problemas graves de salud. ¿Cuándo? ¿Les ocurre a todas las personas? Sabemos que no, que conocemos gente que está hasta los 100 años fumando y se muere de nada que ver con el tabaco. Pues bien, la economía cuando tiene desajustes de precios, de déficit público, balanza de pagos, competitividad, lo que es seguro es que en algún momento colapsa. ¿Cuándo? ¿Quién paga el roto? ¿De qué manera se paga: con inflación, con impuestos, con recortes?

No sólo es incapacidad de los gobernantes. Estos pueden estar bien asesorados por agencias muy reconocidas como Goldman Sachs (y cómplices, por lo que no han pagado) como ocurrió con Grecia y su falseamiento de cuentas para entrar en el euro. Al final salió el agujero. Las alfombras sólo tapan temporalmente (también en estos lares).

Y también estamos viendo ya unas muy malas consecuencias del intervencionismo y proteccionismo de Trump. La tentación de intervenir con arbitrariedad sobre los mercados es muy poderosa. Se me dirá que eso de los mercados, que quién manda en los mercados, que por qué mi libertad ..…. Efectivamente, los mercados tienen muchos defectos, sobre todo cuando no son tales mercados, que abundan y mucho. ¿Cómo se explica que en nuestro país donde hay un mercado de telefonía, de electricidad, la luz y el ADSL sean de los más caros de Europa? Los mercados son como los coches. ¿Saben porque funcionan los coches…?

El fracaso económico y humanitario venezolano tiene otro problema y es el de que da argumentos y fuerza a los buitres libertarios que demandan mercados desregulados para hacer y deshacer a su antojo y, en el fondo, anular los propios mercados y la libre capacidad del individuo de tomar sus decisiones, en función de su particulares intereses. Los coches funcionan porque tienen frenos y es eso lo que necesitan los mercados: regulación. Pero tan malo es dejarlos sin regular como intervenirlos sin sentido y arbitrariamente. Humildad y prudencia a los gestores.

*Profesor de la Universidad de Zaragoza