Zaragoza no ofrece nada en verano. Esta falta de propuestas también privadas en la Zgz estival, que no se da en otros sitios, ciudades y pueblos, dentro y fuera de Aragón, refleja una dependencia excesiva de lo público. La idea de no ofrecer nada, de no programar un verano potente, es muy tentadora. Muchos recursos, especialmente humanos, que son los decisivos, pueden dedicarse a trabajar en las ofertas de las periferias. Pero es posible que el no hacer nada sea un lujo excesivo para cualqier comunidad, ciudad, comarca. Con la competencia que hay, renunciar al verano, al imaginario "verano", puede traer consecuencias graves. La deslocalización no afecta sólo a las fábricas de objetos; también, y especialmente, a las factorías de conceptos. Más que la mera desidia, agotamiento, falta de ideas, de presupuesto... lo que trasmite este vacío es que durante dos meses y medio se renuncia a existir, a competir, a ser. Cuando sabemos que las vacaciones están cambiando, que poca gente desaparece un mes entero, que la ciudad sigue en marcha, consumiendo más energía que nunca, produciendo artilugios, contenidos, software y hardware, edificios, coches, cocinas, proyectos...

Y este abandono no es responsabilidad sólo del ayuntamiento, el Cabildo o los agentes privados. La misma Autonomía, la Provincia, Las Cortes... todas las entidades e instituciones que durante el año mantienen o arrastran (más en elecciones) una oferta cultural, se desvanecen en el largo y cálido verano. Esto es renunciar a la idea de ciudad, que además de los cinturones y las fábricas, contiene un espacio imaginario en el que siempre ocurren cosas, en el que es estimulante vivir, que vibra las 24 horas de los siete días de la semana. Al no hacer nada se está manteniendo y perpetuando el imaginario de poblachón rutinario, en el que se vive resignadamente, a la espera de una oportunidad para descansar de esa inanidad, de ese hastío habitual. Si no hay una masa crítica que mantenga en vilo el verano, el agujero es demasiado grande. Y eso no se logra sólo con conciertos. El esfuerzo que está haciendo Barcelona con el F²rum, aunque no funcione óptimamente (el fallo también es noticia, presencia), le compensa por todas partes. Lo peor de esta renuncia lo es en la medida en que nos parezca normal, incluso saludable.

*Escritor y periodista