Ya sólo nos faltaría que la factura por la matanza de Madrid hubieran de pagarla José Luis Rodríguez Zapatero o José María Aznar. Que a la larga uno u otro acabe siendo el responsable remoto de doscientos muertos y más de mil heridos es una burla y una perversión. Y más cuando los dos fueron los únicos firmantes de un Pacto Antiterrorista que el resto de fuerzas políticas, para sonrojo de verdaderos demócratas, se negaron en su día a firmar por tan diversas como artificiosas razones.

Que el uno pague el mochuelo por su irreflexiva y seguramente letal alianza con el pequeño partido regional liderado por el canalla que corrió a sentarse a la mesa de negociación con los terroristas es injusto y desproporcionado. Y que el otro se convierta en responsable último de los actos criminales de un islamista enloquecido por su impopular política en Oriente Medio es una verdadera atrocidad, por más que la avalen determinadas instancias del soft power y del pensamiento flácido español.

Mientras, los verdaderos responsables de la matanza quedan difuminados en un segundo plano. Justificados --¡justificados!-- por la nobleza de su innoble causa. Y aquellos que han sido colaboradores necesarios de esta trágica mascarada se preparan ahora para recoger los frutos de su ambigüedad calculada de tantos meses ante el nacionalismo y los violentos. ¿Cree usted de verdad que el crimen repugnante de Madrid sería distinto si lo hubiera cometido Ben Laden o Mikel Antza?

*Periodista