En la misma calle que conduce a la Casa Blanca existe en Washington un hotel muy peculiar, cargado historia. Se trata de The Willard, en el número 1.401 de la avenida Pennsylvania. Es un edificio con empaque, elegante. Sus interiores son de madera y el ambiente es cálido, con una decoración recargada, como de hotelazo de los de antes. Si uno va a visitar la capital norteamericana, compensa hacer allí una parada y meter la nariz en el interior del inmueble para poder respirar el ambiente del que surgió una palabra muy importante: la voz lobby . Hasta 1920, en el Willard se fueron alojando los presidentes de la nación cuando acudían al Congreso para jurar el cargo. Y, al calor del poder, también allí buscaban acomodo gran parte de los congresistas. Vista la importancia de los clientes, muchas personas se dirigían al zaguán del hotel para intentar abordar a los representantes del poder político, procurando obtener algún favor de ellos. Ahí, con ese denso tráfico de influencias, se forjó la palabra lobby , que viene a significar zaguán. El sistema norteamericano incorporó la modalidad de hacer presión ("Necesito un puente para mi pueblo", "Tengo unos terrenos para recalificar"..."). Con el tráfico de influencias ya legalizado se abrieron despachos de compra/venta, mientras que en España el asunto se canalizaba con frases como ¿Qué hay de lo mío? y dejábamos en la puerta un par de cajas de naranjas. Ahora, con la globalización de las costumbres, el empleo de los influyentes lobbys --léase Aznar con su deseada Medalla de Oro del Congreso (2 millones de dólares con dinero público)-- es un hecho. Los libros de estilo recomiendan castellanizar el vocablo y emplear lobi , que sigue denominando lo mismo de allí pero con grafía de aquí.

Primero hace falta tener mucho morro para intentar con dinero de todos esa medalla Y después hay que ser muy hábil haciendo teatrillo para recibir felicitaciones por el anuncio de la nominación y no confesar el tejemaneje previo. Desde que se ha revelado el asunto, ando con la mosca del lobi detrás de la oreja y pienso que lo que hemos visto hasta ahora --la reunión con Bush, con los pies encima de la mesa; el repentino acento tejano tras una entrevista presidencial, la plaza en la Universidad de Georgetown-- son licencias hechas bajo rigurosa tarifa. Al menos, lo de la foto de las Azores me consta que la pagamos entre todos.