El Real Zaragoza ha revivido. Gracias al oxígeno que cogió ante el Huesca, en un derbi que ninguno de los dos equipos quería jugar el sábado dadas las condiciones que presentaba el césped de El Alcoraz. Lo que empezó siendo una imagen fija de otras jornadas, y a pesar del gol en contra que atesoraba ya en el minuto 52, evolucionó favorablemente hasta orquestar una última media hora más propia de un grupo con ganas de victoria. Pese al barro y la persistente lluvia, el equipo de Raúl Agné salvó los muebles y, además, trasladó una imagen más combativa. A cuatro puntos de la promoción, el zaragocismo mira de soslayo al descenso, mientras traslada la situación de crisis al Huesca.