Tres años después de su apertura, la cárcel de Zuera padece las mismas carencias que las viejas y obsoletas prisiones repartidas aún por varios puntos de España. La directora de Instituciones Penitenciarias visitó ayer las instalaciones y anunció una serie de medidas encaminadas a paliar los efectos de la masificación y la falta de funcionarios, pero los sindicatos no quedaron satisfechos porque las soluciones aportadas por Mercedes Gallizo son sólo paños calientes en un problema que requiere más definición política. La de Zuera, por la polémica que envolvió su construcción y su puesta en marcha, es precisamente una de las cárceles donde la masificación no debería ser el problema. Pero lo es, y sus 1.008 celdas individuales acogen ya a 1.700 presos, muchos de ellos rebotados de otras comunidades, lo que en expresión de los sindicatos representa un aliviadero que supera a la actual plantilla de funcionarios. Gallizo ha anunciado que el módulo reservado a madres, y que permanece cerrado, se abrirá para descongestionar el centro y acoger a más internos. Pero ésa no es la solución. El módulo de madres debe estar reservado a las presas que quieran tener a sus hijos, y seguro que el de Zuera garantiza mucho mejor que los de otras cárceles la habitabilidad para los niños.