A la temporada en Segunda División le restan 14 partidos por jugar, 42 puntos, de los cuales, para respirar hondo y evitar un cataclismo de dimensiones históricas, el Real Zaragoza debería sumar alrededor de 20, aunque quizá con alguno menos sea suficiente por la sinergia que lleva este año la categoría. Rayo Vallecano, Mirandés, Logroñés, Cartagena, Fuenlabrada, Almería, Girona, Sporting, Lugo, Espanyol, Las Palmas, Castellón, Mallorca y Leganés. Ocho rivales que actualmente ocupan una de las diez primeras posiciones y seis de la parte medio-baja de la clasificación.

El Real Zaragoza las va a pasar canutas para conseguir un objetivo de mínimos, lo máximo a lo que actualmente puede aspirar antes de que en verano la Sociedad Anónima tenga la obligación de repensarse y abrir ventanas, muy especialmente desde el punto de vista accionarial y financiero. A estas alturas de marzo, el equipo está en disposición de conseguir la permanencia porque Juan Ignacio Martínez ha logrado invertir la diabólica tendencia que heredó, incluso con las dos derrotas consecutivas contra el Alcorcón y el Oviedo y del visible bajón en el nivel de juego en las últimas jornadas.

Aun con la justa ponderación del fuste de los rivales contra los que se ha medido, el técnico lleva un ritmo de puntuación notable: ha sumado el 56% del total, una cadencia que de continuar garantizaría la salvación y que, de haberse alcanzado desde el inicio de Liga, tendría al equipo en otros menesteres. Con cuatro centrales, colgados del larguero, rezando a todos los santos del fútbol, pero de momento JIM está obteniendo resultados y multiplicando la media de puntos obtenida por sus predecesores. Está arreglando, o adecentando, los problemas que se encontró y que metieron al Zaragoza donde hoy está.