Por obvio que parezca, hay veces que hay que recurrir a las verdades de Perogrullo. Cuando Juan Ignacio Martínez, la primera gran apuesta de Miguel Torrecilla, llega a la ciudad, el Real Zaragoza estaba anclado en las profundidades de la clasificación, penúltimo a cuatro puntos de la zona de salvación. Hasta ese momento había sumado el 24% de los puntos y en las semanas previas al segundo relevo de la temporada en el banquillo había descrito una acusada caída en picado. JIM invirtió rápidamente esa tendencia con dos victorias y un empate y, momentáneamente, sacó la cabeza de los últimos cuatro puestos. La derrota en Albacete ha vuelto a meterle abajo y en alerta máxima.

Ningún equipo acredita esos registros después de una vuelta de competición sin sufrir problemas estructurales importantes y de enorme calado. Aunque el Zaragoza ha padecido un déficit de rendimiento individual y colectivo global, que JIM ha empezado a corregir acercando a varios futbolistas a sus máximos, el Real Zaragoza tampoco es excepción a esa norma. Por posición clasificatoria, balance de puntos y riesgo de descenso, la plantilla hubiera necesitado una revolución en el mercado de enero. No era posible por las estrecheces provocadas por la falta de límite salarial.

Ante esa coyuntura, Torrecilla ha optado por usar el remanente pendiente para actuar sobre la plantilla de manera selectiva pero transversal. Un refuerzo por línea, señal inequívoca de que los problemas afectaban a todas las áreas del campo. Así han llegado ya Álex Alegría, Peybernes y Sanabria, delantero para tratar de paliar la terrible falta de gol, central para darle solidez, altura, experiencia y veteranía a la zona de atrás ante posibles lesiones o bajas formas de Jair y Francés y un centrocampista de ida y vuelta para ganar físico, carácter y nivel técnico en el medio. Ninguno de ellos es un salvador en sí mismo sino jugadores de ayuda para elevar el listón competitivo. Será decisiva la aportación de los mejores que ya estaban, Narváez, Chavarría, Francho, Bermejo o Cristian, y de los que desde la titularidad deben contribuir a que el Zaragoza dé la talla estando a la altura: Vigaray, Eguaras o los propios Jair y Francés.