La relación de Álvaro Vázquez con la grada de animación del Real Zaragoza lleva tiempo enquistada. No se sabe exactamente cuándo empezó todo y por qué. El caso es que la nefasta temporada del equipo aragonés estrecha la vigilancia sobre todo y sobre todos. Hace un mes, ese sector de la afición dedicaba un sinfín de insultos al delantero, al que le reprochaban gestos inadecuados dentro y fuera del campo. Todo estaba roto. La reconciliación era inviable.

Ayer, Álvaro Vázquez completó su mejor partido como zaragocista. No solo fue el artífice del triunfo que otorga la salvación virtual, sino que se dejó el alma hasta que Víctor, con extraordinario criterio, le retiró del campo para que recibiera, al fin, calor. Se lo había ganado. De hecho, el propio técnico ha sido el que siempre ha sacado la cara por él, incluso arriesgándose a que su defensa a ultranza del catalán topara con el recelo de otros futbolistas. «Confío mucho en él y es uno de los jugadores más importantes que tiene este equipo. Se trata de un chico con una actitud muy positiva y confío en su calidad, en su capacidad de trabajo y su compromiso», dijo cuando venían mal dadas. Alto y claro. Álvaro, para Víctor, es intocable. Indiscutible.

Aunque el técnico casi ha usado más al catalán en la izquierda que como referencia ofensiva, algo que se antoja difícil de entender del todo. Porque de lo que no hay duda es de que Álvaro es el delantero del Zaragoza. Porque tiene más gol que nadie. Más olfato que nadie. Más referencia que nadie. Víctor se escuda en la falta de jugadores de banda para justificar la medida, así como en la capacidad de trabajo del catalán, pero ayer de nuevo quedó claro que hay otras soluciones para ambas cuestiones. Derrochó entrega, sacrificio y solidaridad. Ayudó en las coberturas y no dejó de correr hasta que enfiló el camino hacia el túnel. Ese del que había salido tras dos meses sin marcar.

Y los pitos terminaron ahí. Ni un solo silbido. Solo aplausos para agradecer y recompensar el esfuerzo de un futbolista que, al igual que el resto del equipo, también ha fracasado esta temporada y al que siempre se le ha echado en cara su relación calidad-precio. Pero, ayer, el aplauso fue unánime. Marcó dos, le anularon otro y su compromiso quedó fuera de toda duda. La Romareda no pide más. Ni exige menos.

Quizá por eso, la celebración de sus tantos estuvo envuelta en gritos de rabia y vacía de gestos ofensivos. Nada de taparse los oídos. Solo saltos, abrazos y ardor. De eso se trata. Quizá Álvaro no se ganó a nadie ayer, pero lo que es seguro es que no perdió a nadie más.

El delantero por excelencia del Zaragoza anota un gol cada dos partidos y medio a pesar de haberse perdido nueve encuentros debido a tres roturas fibrilares, así que sus números no son malos, teniendo en cuenta que ha actuado en banda, al menos, casi tanto como arriba del todo. Ha fallado goles, sí, y no se libra del suspenso generalizado en una campaña en la que el fracaso es mayúsculo, pero a Álvaro Vázquez hay que reconocerle, al menos, arrojo y valentía. Así lo hizo ayer La Romareda, que arropó a uno de los suyos. Hay cosas que ya no tienen arreglo, pero la fuerza del destino vistió de héroe al que muchos llamaban villano.