La historia reciente de Pep Biel es la de un futbolista que pasó de escuchar el sonido de la grada y de plantearse una salida del Real Zaragoza a que, de repente, y después de muchas minutos de calidad, la música que haga delicias en sus oídos sea la de la Liga de Campeones. El balear ha vestido las camisetas del filial del Mallorca o del Rayo Vallecano sin terminar de estabilizarse. Entonces puso rumbo al Almudévar para jugar en Tercera División. Ahí se destapó como un mediapunta diferente y un jugador exquisito en el balón parado. Fichó por el Deportivo Aragón en Segunda B y, tras un curso, fue ascendido al primer equipo.

Sus comienzos en el fútbol profesional no fueron de color de rosa. Con Imanol Idiakez y en los primeros partidos de Lucas Alcaraz fue un habitual de la grada y un recurrente descarte. Ni en Copa fue protagonista al jugar cinco escasos minutos contra el Deportivo. Así hasta que llegó el choque en Tarragona con un Zaragoza desahuciado. Jugó bien y dejó un gol precioso de falta directa. Siguió jugando, pero su aportación fue decayendo. Entonces, en una entrevista con este diario, confesó que se había planteado salir cedido, posiblemente a un equipo de Segunda B.

En las doce últimas jornadas se destapó como un jugador diferencial. Víctor Fernández reconoció que estaba siendo injusto con el balear y que tenía un enorme potencial que sacó a base de asistencias, verticalidad, inteligencia y goles, cinco concretamente. En la pretemporada ha seguido en un estado de confianza brutal y su nivel le ha abierto las puertas del campeón danés y de la Champions.