Toda una vida bajo palos por la pura devoción por el fútbol lleva Guillermo Solano, guardameta de la Peña Ferranca en los diez últimos años, pero que desde los seis se puso los guantes y que ahora, a los 31, aún lo va a prolongar un curso más. Estuvo en todas las categorías inferiores del Barbastro, después en el Aínsa, en el Peñas Oscenses, volvió al club barbastrense, subió a Tercera con el Pomar y es toda una institución en la Peña Ferranca, en Regional Preferente, tras ese último decenio.

«Ya llevo un tiempo con la idea de plegar, pero hasta que no encuentren a alguien que me pueda reemplazar y tengan dos porteros no puedo dejarles tirados. Entrenamos tres días a la semana pero no es por ese esfuerzo, sino porque tengo mucho trabajo en mi empresa», dice el portero, propietario de Transportes Caballero en Barbastro y que el viernes encajó 11 de los 13 goles del Zaragoza.

Sin haber hecho pretemporada y acabando en su trabajo a las cuatro y media cogió su coche y con cuatro compañeros se acercó a Boltaña para medirse al Zaragoza. «Fue una faena tener que trasladar el partido. Es bonito jugarlo, claro, pero no te sabe igual en tu casa con tu gente que tener que ir allí después de lo que pasó», argumenta, aludiendo al traslado del partido por el mal estado del césped.

Su figura, con 110 kilos en la actualidad, «aunque hace diez años estaba más fino, con 84», precisa, fue motivo de algunas mofas, lo que le devolvió al meta toneladas de muestras de cariño y de apoyo de sus amigos y del fútbol aragonés: «Como apenas tengo redes sociales casi no me he enterado. Pero no le doy importancia, ha pasado porque tiene que haber de todo, son cuatro tontos, por no decir otra cosa. Le ha sentado más mal a la gente de mi alrededor y que me conoce que a mí. Agradezco mucho tanto el comunicado de la Peña, como todos los mensajes de gente del fútbol. Me han escrito muchos para darme ánimos». Entre esos mensajes no solo estuvo el de su club, también el de un exguardameta como Toni Doblas, que le mostró su apoyo en Twitter.

«Yo me veo bien, no tengo la agilidad y la rapidez que podría tener, pero tampoco le doy tanta importancia. Si viera que no estoy para jugar no lo haría», resume, con la tranquilidad del que sabe que lo da todo por el deporte que ama y que por pura pasión lo compagina con su actividad laboral. «La Peña es una familia y eso me invita a seguir. Esa familia la has elegido tú y convives con ellos», sentencia.

El caso es que la temporada 19-20 puede que sea la última, o no, para Solano, que el viernes jugó más minutos que nadie en su equipo. Hasta 77 cuando fue relevado por Salas, el meta juvenil, ya que el otro portero del equipo, Héctor Callizo, no pudo estar en el partido. «Llevar tantos años en un equipo supone un reconocimiento. Muchos futbolistas en esta categoría están una temporada en cada club», aclara.

No le entró la tentación de decirle a los jugadores zaragocistas que levantaran el pie. «Ellos se dedican a esto, son profesionales. Otra cosa es que fuéramos dos rivales de categorías similares, que les puedes decir que ya vale», indica, para después añadir: «Ni sé cuántos encajé, ni me he preocupado en mirarlo. No me importa. Me molestó más el salir a jugar el equipo sin la tensión en la segunda parte a que nos metieran tantos goles. Si no nos los marcaran, no tendría que estar jugando en Segunda el Zaragoza».

REENCUENTRO CON LINARES

Solano conocía a Linares, con el que coincidió en una pretemporada en el Barbastro y al que se midió estando en el Peñas Oscenses, y a Javi Chocarro, preparador físico, también de una etapa en el conjunto barbastrense: «Con Linares hablé en el descanso, porque él no se dio cuenta hasta que empezó el partido de quién era yo». Eso sí, él no pidió ninguna camiseta a los jugadores zaragocistas, aunque algunos compañeros sí lo hicieron. «Los que se fueron en la primera parte sí les pidieron y les escuché que no les dejaban dar, no sé si por ser la equipación nueva o por qué», relata.

Solano asegura que le gusta «jugar al fútbol y no tanto verlo» y destaca que el partido del viernes «fue una fiesta, vas con los amigos y es muy gratificante jugar contra un rival así. Pero ya está», asegura, con la misma humildad y devoción con la que afronta cada encuentro.