Resulta muy atrevido extraer conclusiones fehacientes de un encuentro correspondiente a la segunda jornada. Sobre todo si se trata de uno de esos partidos prototípicos del inicio de Liga; de mucha disputa, pero con escasa sustancia. El Real Zaragoza controló una contienda donde no se atacaba con pólvora, más bien con fuegos de artificio. Faltó disponer de bayonetas más afiladas y mejor calibradas. Porque el conjunto blanquillo campeó en el siempre incómodo Municipal de Reus con sentimiento de superioridad, pero sin ofrecer argumentos reales que sirviesen para traducir ese dominio en tres puntos.

Quizás el análisis de este encuentro fuese distinto si alguna de las dos ocasiones —no claras— de Álvaro Vázquez hubiera acabado dentro de la meta de un Edgar Badía poco exigido. Esto se hubiera titulado Un dominio con premio, y estas líneas hablarían de como remató el Zaragoza un partido que tuvo en su poder. Pero no fue así, principalmente porque faltó ese último pase decisivo, o una jugada de inspiración que rompiera los esquemas de una apurada defensa rojinegra. Faltó clarividencia en los metros finales ante un Reus menguado por los siete futbolistas —aparentemente titulares— que la LFP no les dejó inscribir por aquello de superar el límite salarial. Un impedimento que permitió ver la versión más consumida de la siempre complicada escuadra catalana.

El Real Zaragoza realizó una presión alta, feroz en algunos tramos, que cortocircuitó la zaga local. El máximo exponente fue Jorge Pombo. Salvaje en su intención por provocar el error rival, algo que consiguió en numerosas ocasiones. Sobre su figura pasó la mayoría del peligro del equipo blanquiazul. Sacó petróleo cuando no había nada. Le cosieron a patadas, lógico, era el rival a batir por los futbolistas locales. Su loable actitud de líder no fue suficiente para agitar el ataque zaragocista. Se jugó mucho en campo contrario, pero sin la capacidad suficiente para generar oportunidades cristalinas.

La primera ocasión que inquietó al cancerbero catalán fue en el ecuador de la segunda mitad con un disparo mordido de Marc Gual al primer palo. Hubo poco más. Un cabezazo de Simone Grippo —siempre poderoso desde las alturas— que puso en apuros a Badía y los minutos de Álvaro Vázquez. Un debut poco reseñable, con poco tiempo para testar su más que probable gran incidencia en la cuenta goleadora. Dispuso de dos situaciones favorables. Un control orientado que no consiguió conectar con certeza y un remate de cabeza que se fue lejos del arco. Centro obra de Alberto Soro, que debutó con el Real Zaragoza. En unos instantes demostró que resultaría muy interesante verlo partir desde el once titular. Aunque fuera solo por ver qué ocurre.

El Real Zaragoza empató, otras voces dirán que se perdieron dos puntos. Se sumó un dígito más en el vasto camino que es la Segunda División. A los puntos el partido hubiera sido para el conjunto aragonés, eso es indudable. Fue un choque inundado de dominio blanquillo, pero sin argumentos para hincar el colmillo sobre el desgastado lomo del Reus. La escuadra de Idiakez tuvo en su mano vencer en un campo difícil por su esencia, donde no puntúa cualquiera.