Vaya por delante que el Real Zaragoza encajó los dos primeros goles contra el Deportivo en fuera de juego, porque eso es lo que sucedió en Riazor, con lo que ello significó y lastimó todavía más a un equipo de moral muy frágil y problemas futbolísticos profundos que, sin embargo, no había entrado mal en el partido. Los errores de Pulido Santana condicionaron el desarrollo del encuentro. Tan cierto es esto como que todo lo que sucedió después fue una repetición de actuaciones anteriores. La defensa de las jugadas a balón parado continúa siendo un mal endémico. Los fallos individuales, también. Y el equipo se sigue mostrando plano, apenas crea peligro en el área contraria, casi no fabrica ocasiones claras y le cuesta Dios y ayuda hacer goles.

Los números, que son los que califican de éxito los éxitos y de fracasos los fracasos, no dejan espacio para la duda. Los de Lucas Alcaraz son terroríficos: 5 puntos de 24 posibles, un miserable 20% del total, y una caída sin fin en la clasificación. El entrenador andaluz recogió el equipo a cuatro puntos del playoff y lo tiene hundido, vigésimo a uno del Extremadura, próximo visitante de La Romareda y que marca la salvación.

Alcaraz no ha sido una solución, más bien un problema. Lo ha intentado todo, pero ha convertido a su equipo en un galimatías: cambios continuos de sistema, de roles, de posiciones... Falta una jornada para el parón y el club tiene ante sí la posibilidad de hacer una catarsis necesaria. En todos los terrenos. Con futbolistas y una mejor dirección. Hace falta que entre aire limpio en enero, gente sin viciar y más calidad.