Normalmente un gol puede ser considerado como un acierto del que lo marca o un error del que lo encaja, según el prisma con el que se quiera mirar. En el caso del Real Zaragoza los goles recibidos son una concatenación insoportable de errores a los que nadie sabe poner remedio. Para colmo, el árbitro y sus asistentes se sumaron a la fiesta en Riazor. El Deportivo se adelantó dos veces con sendos tantos en fuera de juego en el saque de una falta lateral. El primero, muy claro, tanto del que recibe el saque de la falta como el que acaba rematando. El tanto de Borja Valle no debió subir al marcador. Tampoco el segundo, en una acción muy parecida desde el mismo lateral solventada con un centro directo. Huarte, que gana la partida por arriba a Nieto, parte en fuera de juego.

Se equivocó el asistente, no hay posibilidad de videoarbitraje en Segunda y nadie en el Zaragoza protestó esas acciones. Sin hacer nada, el Deportivo de Natxo González tomó ventaja y, a partir del 2-1, el Zaragoza se hundió. Desde ese tanto del central portugués no se contabilizó ninguna ocasión de gol del equipo de Alcaraz, incapaz de producir nada, ni fútbol ni peligro. El penalti de Lasure supuso el 3-1 y la puntilla a un equipo muy tocado.

Así que puede asignarse a Pulido Santana y sus ayudantes (que no le ayudaron, precisamente) buena parte de la responsabilidad de la derrota de ayer en Riazor sin temor alguno a equivocarse. Eso fue así, el Real Zaragoza salió gravemente perjudicado por errores ajenos. Claro que hará bien el equipo de Alcaraz en no quedarse solo con esa realidad y hacer la segunda lectura de los goles. Porque los tres volvieron a ser errores imperdonables de la defensa aragonesa. Empezando por Verdasca, que no acaba un partido sin cometer, como mínimo, un error de bulto, que regaló las dos faltas laterales de las que vinieron ambos goles. Dos centros laterales, el gran suplicio de este Zaragoza, que acabaron rematados con extrema facilidad. En fuera de juego, sí, pero pésimamente mal defendidos.

Llovió sobre mojado en Riazor y no solo por el agua que empapó a los jugadores, sino porque el Zaragoza de Alcaraz fue víctima de sus propios errores, un día más. Los tres goles recibidos fueron evitables. Los dos primeros porque fueron dos balones parados que el equipo aragonés se empeñó en defender muy lejos de la portería y acabó concediendo ocasiones claras. El tercero porque vino de un penalti por error de Lasure en otro balón colgado desde el mismo lateral derecho de la defensa en el que Cristian salió y retrocedió. Desde luego Lucas Alcaraz no ha mejorado la debilidad atrás del equipo, ni con cinco defensas ni con los cambios y más cambios y recambios de jugadores y sistemas.

EL DESASTRE

Tampoco la mejora por sí mismo Guitián, claro, aunque ayer fue de los mejores atrás, mucho más solvente que sus compañeros en la defensa de cinco. Desde luego que el Real Zaragoza necesita cambios y sangre nueva, dar un viraje radical a su dinámica y empezar a sumar puntos, algo que va mucho más allá de un refuerzo puntual. Por el camino que va ahora mismo solo se dirige al desastre.

Cinco puntos en ocho partidos, con 13 goles encajados y 6 anotados son cifras insostenibles, que dejan al equipo aragonés por tercera semana consecutiva en puestos de descenso a Segunda B. Y no se ve la luz al final del túnel. Porque si atrás los números son malos, los ofensivos son para llorar. El Zaragoza de Alcaraz ha metido un solo gol en los últimos cuatro partidos, el de ayer de penalti de Javi Ros. Como es habitual, sobran dedos en una mano para contar las ocasiones: una, un remate de Álvaro Vázquez en los primeros minutos. Después, nada de nada. Y después del 3-1, nada de nada de nada. El árbitro estuvo mal, pero el Real Zaragoza aún peor. Ya es hora de que, como mínimo, empiecen a sonar todas las alarmas.