Afortunadamente el fútbol, como cualquier deporte, es maravilloso y cuenta con un montón de intangibles que decantan la balanza hacia uno u otro lado. No es matemático, cabal ni exacto, de ahí su magia y encanto. Muchos factores influyen en el éxito o en el fracaso de un deportista, más de los imaginables. Se puede competir en superioridad o inferioridad, pero al final, reduciéndolo a lo más banal y superficial, se resume en un balón y once jugadores contra otros tantos. Nada más. El resto se puede intuir, pero no se sabe.

En esas está el Real Zaragoza. Agobiado por las deudas que dejó el innombrable y que ahora están en torno a los 80 millones, con los menores ingresos derivados de la estancia en Segunda y con obligaciones de pago. Por supuesto, todo ello sazonado con la responsabilidad y urgencia por retornar a Primera.

Esa mochilla llena de piedras trae consecuencias, y más desde que la LFP puso en marcha el límite salarial para evitar el endeudamiento de los clubs y luchar por una competición más justa. En esto último ya cada cual que opine. El Real Zaragoza ocupa el 13º puesto en la clasificación del límite salarial, en la mitad baja de la tabla, y a una distancia de casi 19 millones con respecto al primero de la lista, que es el Málaga. Casi nada.

El conjunto aragonés tiene 6,37 millones de límite y a esa cifra hay que descontar casi 900.000 euros para la Ciudad Deportiva y la cantera. Los recién descendidos, con la ayuda que reciben, son los que copan los tres primeros puestos, siendo primero el Málaga (25,24 millones), segundo Las Palmas (19,28) y tercero el Deportivo (18,51). Les siguen los tres que bajaron el curso anterior, que fueron Osasuna, Sporting y Granada. Y hasta llegar al Real Zaragoza todavía están por el medio Tenerife, Oviedo, Cádiz, Almería, Mallorca y Albacete.

Esa diferencia de cifras propicia que jugadores como Ndiaye o Pacheco acaben en el Málaga, que un goleador como Rubén Castro haya vuelto a Las Palmas, que el club insular se haya gastado unos 3,5 millones en fichajes o que el Deportivo de La Coruña, solo en el delantero Quique González, desembolsase un millón y medio de euros. Por contra ahí está el Reus, con el límite más bajo, de apenas 3,15 millones de euros. Ante el Real Zaragoza no pudieron inscribir a siete jugadores y a algunos, incluso, tuvieron que liberarles de sus contratos. Pero eso no es definitivo. Mismamente, el Huesca subió el curso pasado con 5,38 millones de euros de límite salarial. Y el Real Zaragoza se quedó cerca de lograrlo con 5,65 millones.

Ahí entra la labor del director deportivo. Más de una vez ha avisado Lalo Arantegui de que no pueden pagar traspasos ni competir con ciertos equipos por los jugadores, a priori, más apetecibles. Es la realidad a día de hoy. Por ello hay que luchar con otras armas, casi mágicas, y es difícil hacer más con menos.

Fichajes ‘desconocidos’ / Una de ellas es aprovechar competiciones más desconocidas y menos controladas. De Georgia, llegó Papunashvili, y de Suiza Grippo y Buff. También Verdasca del filial del Oporto. Y todos ellos, con más o menos minutos, han tenido (y tienen) protagonismo.

Este verano la tónica y la filosofía ha seguido por los mismos derroteros. A James Igbekeme lo trajo del Gil Vicente de la Segunda portuguesa y de un equipo que deportivamente había bajado de categoría y Medina llegó del Leones de Itagüí de Colombia.

Hombres como Eguaras el curso pasado, o Álex Muñoz y Marc Gual este verano, vinieron tras haber descendido a Segunda B. Por no hablar de Borja Iglesias, que llegó de la categoría de bronce. No significa que sean peores, simplemente es cuestión de conocer al entrenador y buscar jugadores que se adapten. Por supuesto, no hay que olvidar la apuesta por la cantera. Lasure, Delmás, Pombo, Nieto y Guti son a todos los efectos del primer equipo y otros como Raí, Pep Biel o Ratón, que subieron del filial. O Soro, o Zapater... Y los que vienen.

El proyecto a dos años estaba ideado con un límite salarial bajo y la dirección deportiva está usando sus armas para conseguir hacer un bloque bueno y barato en la medida de lo posible. El escudo también ayuda. Y los recibimientos. Y La Romareda... Así se entiende mejor que jugadores como Álvaro Vázquez acaben defendiendo la blanquilla. La fuerza de todos y el trabajo bien hecho dan sus frutos. Pocos dudan de que el Real Zaragoza peleará por el ascenso. Y quién lo diría viendo el límite salarial. Pero esto es fútbol, un deporte maravilloso e impredecible.