Víctor Fernández condicionó la alineación al descanso de sus principales piezas, al menos en las que más confía. Y lo hizo también forzado por la imposibilidad de contar con Dwamena, cuyo corazón se aleja de los campos de fútbol y de un Real Zaragoza que comienza a echarle de menos. El ghanés no había deslumbrado antes de conocerse la gravedad de sus problemas cardiacos, y su emparejamiento con Luis Suárez tampoco había destilado una gran sintonía. Sin embargo, un atacante de su anatomía y su velocidad se hace imprescindible para afrontar cualquier empresa ambiciosa. Para esta ocasión, habría sido el relevo natural del colombiano para cambiar lo menos posible la arquitectura del equipo, que sin tener un patrón definido sí entendía ese lenguaje de buscar el coloso como prestación ofensiva muy interesante. El entrenador experimentó en Fuenlabrada con una formación en la que Álex Blanco, Papunashvili y Pombo como ariete ni llegaron a salir del tubo de ensayo. Se presumía una delantera de guante blanco y así fue: ninguno de ellos, salvo unos minutos Pombo en la segunda mitad, dieron la más mínima señal de amenaza.

El Fuenlabrada es un conjunto como los demás. En nada varió el menú que habían presentado la mayoría de los adversarios del Real Zaragoza en jornadas anteriores. Defensa de estrechos lazos marcadores, un centro del campo apañado y una delantera con lo justo para hacer un par de goles, cifra que se ha puesto de moda en la portería de Cristian pese a que el argentino continúe siendo el mejor. Se puede jugar sin espada e incluso dar guerra. En esta categoría, las acciones a balón parado y los errores no forzados tiran muros. Pero hacerlo sin escudo supone un arrogancia extrema. Grippo regresó a la titularidad en ese juego que tanto gusta al cuerpo técnico de alternarle con Clemente sin mover a Atienza, posiblemente para proteger a ambos después de superar una larga convalecencia. El suizo no está ni se le espera, y su rendimiento en el Fernando Torres confirmó que quizás haya que arriesgar con el canterano como fijo. Hizo un buen ramillete faltas fuera de lugar --una precedió al gol de Hugo Fraile-- y su lentitud hace malas migas con Atienza, quien tampoco luce por sus habilidades de esprinter. Si Clemente no puede ser, se reabren un debate y una necesidad nunca cerrados: fichar a un central de verdad, tanto como a un centrocampista con galones y ahora a un punta competente. Con lo que hay da para el éxtasis de los adoradores de los ídolos con pies de barro y de los equipos hechos a la medida de no se sabe bien qué modelo de belleza futbolística. Y Guti deslomándose entre bastidores.

El equipo madrileño tiró de la manta por arriba y por abajo y el Real Zaragoza se quedó al descubierto, con la certeza de que su fondo de armario desaconseja rotaciones en masa. La cuestión es que el conjunto aragonés se agota porque Víctor Fernández quema a unos futbolistas con muy poca madera física y porque a los meritorios les falta fuego en la mirada. En esa mirada que ayer buscó sin hallar a Dwamena... y a Clemente.