—¿Cómo fueron sus inicios en el fútbol?

—En la calle, como casi todos, y con la influencia de mi padre, que siempre jugó. No llegó a ser profesional, pero sí estuvo en el juvenil del Barcelona y llegó hasta Tercera. Empecé a jugar en la Damm y entré en la cantera del Barcelona en alevines. Después de infantiles, un entrenador, sin que el club lo supiera, decidió que no siguiera allí. Regresé a la Damm, pero solo por dos semanas ya que me volvieron a llamar del Barcelona para que fuera. !Si había metido un montón de goles en la temporada anterior!

—En muchas campañas lo hizo además. ¿Aún tiene el récord de las categorías inferiores con en torno a 900 goles?

—No sé si ahora lo han batido, desde luego entonces sí lo tenía. Yo me lo pasaba bien, disfrutaba y marcaba muchos goles. Curiosamente empecé de pequeñito de interior izquierdo, pero como ya hacía muchísimos desde ese puesto me pasaron a delantero centro. Y ahí me quedé.

—Y llegó el salto al primer equipo en la 03-04. En un Barcelona con Rijkaard y en ataque con Ronaldinho, Luis García, Saviola...

—Debuté con Rijkaard en la Liga, aunque lo hice antes en competición oficial en la temporada anterior con Van Gaal. Lo tenía muy difícil y hubo una revolución en la plantilla. Por eso decidí no continuar, tenía difícil jugar y lo que siempre he priorizado es hacerlo, no me gusta el fútbol desde la grada.

—Se va cedido al Levante, donde vive un buen año pero con descenso final.

—Fue un buen paso para mí. Era la primera vez que me iba fuera, estuvo bien, aunque fue una lástima el descenso. Me hizo aprender mucho, sobre todo a ver el fútbol desde fuera de La Masía.

—Tras ese año, en el verano del 2005, el Celta, el Cádiz y otros clubs de Primera le llaman. ¿Por qué elige el Zaragoza?

—Tenía bastantes ofertas, pero el Zaragoza por historia y por afición era una gran opción, vi sobre todo posibilidades de seguir creciendo y no tuve ninguna duda. Creo que el primero con el que hablé fue con Pardeza, aunque con Pedro (Herrera) también estuve muy en contacto y después siempre tuvimos una gran relación.

—La oferta del Zaragoza implicaba su salida definitiva del Barcelona. 1,5 millones por cuatro años. ¿No le dio vértigo?

—Para nada. Es que tampoco quería estar siempre vinculado a un equipo donde no iba a tener oportunidades. Deseaba ir donde creyeran de verdad en mí y con un traspaso de por medio.

—De aquel Zaragoza se había marchado David Villa al Valencia tras dos años magníficos.

—Pero eso me motivaba más, porque David había hecho las cosas muy bien en el Zaragoza y las siguió haciendo después. Fui con la ilusión de romperla allí, pero también llegó mucha competencia, porque ese verano vinieron Ewerthon y Diego Milito. Había una gran plantilla y el Zaragoza crecía, ese también fue uno de los motivos de ir.

—En la primera temporada pagó esa competencia, solo jugó nueve partidos de titular.

—Normal, porque Diego y Ewerthon empezaron entrando más, el equipo iba bien y aún se hacía más difícil poder tener esa oportunidad. Pero nunca bajé los brazos, ni ahí ni en ningún momento de mi carrera. De eso estoy muy orgulloso.

—¿Qué recuerdos le quedan de Víctor Muñoz?

—No los tengo muy buenos porque no confiaba mucho en mí, aunque eso es a gusto de cada entrenador. De carácter era diferente a los que yo había tenido y a los que tuve. Es distinto en el trato al jugador, ahora ya no lo sé si entenderá el fútbol de otra manera, pero yo siempre tuve entrenadores cercanos y Víctor en esa época no lo era, sin duda.

—Esa temporada tiene el inolvidable camino en la Copa. Usted en el 6-1 al Madrid jugó en los últimos minutos. ¿Cómo lo vivió?

—Ese partido es inolvidable, ni en tus mejores sueños lo piensas. Jugué poco, pero siempre lo recordaré, como lo haremos todos, plantilla, técnicos y afición.

—La final se pierde contra el Espanyol y usted fue suplente. ¿Por qué se jugó tan mal aquel día?

—En ese momento todo el mundo nos señalaba como favoritos y en una final nunca los hay. A un solo partido puede pasar de todo. No sé si fue un problema de mentalidad, creo que nos superaron en todo y les vinieron las cosas más de cara. Fue un día duro. Hubiera sido muy bonito alzar ese título y fue una pena, aunque el Espanyol fue mejor.

—Llega después el cambio de propiedad, con Agapito Iglesias como máximo accionista.

—Sí, hubo un cambio total, vino Víctor Fernández, llegó gente de muchísimo nivel como Aimar o D’Alessandro, había todavía más competencia y el club creció, aunque al final las cosas no salieron como se esperaba y ese proyecto no duró muchos años.

—Pero se llega a Europa en ese primer curso y usted da un salto cualitativo, ya que juega mucho más.

—Creo que iba progresando en mi rol en el equipo y la manera de jugar con Víctor era de un estilo más con el balón, de lo que yo había vivido muchos años en el Barcelona. Fue un año bonito donde fueron las cosas bien. El míster me empezó a situar más en la banda y eso ayudó a que tuviera más minutos. A mí, mientras jugara, me daba igual hacerlo tanto en la izquierda como en la derecha y no era ningún problema. Al revés.

—¿Qué tal fue su relación con Víctor Fernández?

—Muy bien, es un gran entrenador al que tuve también en el Betis. Para mí ha sido uno de los mejores técnicos que he tenido y me encanta su apuesta por el fútbol, tiene una manera de verlo que no es fácil porque te transmite bien las características del rival y los aspectos tácticos, pero sobre todo prioriza el balón. Aprendes mucho con él y con el pasar de los años ves lo mucho que progresaste a su lado. Tiene las cosas claras, sabe lo que quiere y lo que necesita de cada jugador y no creo como a veces se dice que su problema sea el manejo de vestuarios. Me ha marcado en mi carrera, me ha hecho crecer mucho.

—En el verano del 2007 llega Oliveira desde el Milan. Usted llegó a decir que no sabía qué hacer para ser titular.

—Era difícil otra vez, pero me acabé haciendo con ese puesto, no de delantero pero sí ya más fijo en la derecha. No es que mi enfado fuera con el entrenador sino conmigo mismo porque lo que siempre tienes es ganas de jugar.

—Esa temporada, su última en el Zaragoza, se acaba bajando con una plantilla para pensar en Champions. ¿Qué pasó?

—Para mí fue un error echar a Víctor Fernández. Con él pienso que no habríamos bajado, llevábamos unos partidos no tan buenos pero quedaba una segunda vuelta que en la manera de jugar con él se iba a ver reflejada en los resultados. Nunca se sabrá, pero podíamos haber continuado con él y el final habría sido otro.

—¿Hasta que punto pudo influir la salida de Gaby Milito esa temporada para que faltara cohesión en el vestuario?

—Gaby era muy importante para nosotros, era un líder de la defensa y del vestuario con su carácter. Cuesta siempre sustituir a un jugador así, aunque también llegaron buenos refuerzos atrás. Ese aspecto fue importante, pero tampoco puede hacer por sí solo que cambien tanto las cosas.

—En el devenir de esa temporada destacaba en un equipo en apuros y llega a la selección, a un amistoso ante Perú. ¿Cómo vivía esa doble vertiente?

—Costaba asimilar las dos realidades. La situación individual era muy buena y la grupal no iba bien y había que empujar más todavía. Yo confiaba en mis posibilidades y daba lo mejor de mí, eso fue suficiente para ir a la Eurocopa aunque no sirviera para el equipo en su lucha. Habría preferido jugar peor esa temporada y que el Zaragoza se salvara.

—La citación de Luis Aragonés le llega con el equipo jugándose la vida, de hecho.

—Sí, justo antes del último partido ante el Mallorca, estábamos entrenando en La Romareda y después lo vimos en directo y fue una gran alegría. Imagínese las felicitaciones que tuve.

—Mallorca, menudo trago.

—Fue un momento muy duro, una pena. Teníamos una gran plantilla y no nos merecíamos bajar, pero no fuimos consistentes ni regulares y pasó lo que pasó. Cambiar tantas veces de entrenador siempre tiene el peligro de la adaptación y eso no ayudó. La ciudad y la afición está claro que no se lo merecían.

—Esa Eurocopa de Austria y Suiza a la que llega es la que marca el inicio de la mejor época del fútbol español. ¿Qué recuerdos le quedan de aquello?

—Fue lo mejor que he vivido en mi carrera, sin duda. Además, al ser la primera después de tantos años que no la ganaba la selección se vivió una auténtica locura. No jugué mucho, pero también vale, ahí está, en mi palmarés. En aquel vestuario hubo una gran piña y desde principio a fin el grupo fue clave. Recuerdo la celebración por Madrid, ver tanta gente por las cales, eso fue increíble. Jamás se me van a olvidar esos recuerdos. Fue emocionante y maravilloso.

—¿Cómo era Luis Aragonés?

—Muy especial. Al convocarme la primera vez me dijo que el único mérito era mío, que él no tenía ninguno por llevarme, que había sido por mi fútbol. En el día a día era sensacional.

—La celebración en Madrid dio a conocer su apodo, Falete. ¿Quién se lo puso?

—Pepe Reina, el mismo que lo dijo en la celebración. Era por el artista y por el tipo de moño que me hacía en el pelo. Nunca me molestó, lo habría dicho si hubiera sido así.

—Se fue Luis y con Del Bosque ya no volvió. ¿Sabe el porqué?

—No lo sé, en el Betis estuve a buen nivel esa temporada siguiente, pero él no lo creyó conveniente. Fuimos varios que nos caímos. Una pena, porque después se logró el Mundial.

—¿Hasta qué punto era obligada su salida tras el descenso? Marcelino se negaba a que se fueran a la vez usted y Diego Milito.

—Creo que lo era. El club necesitaba vender y nos tendieron la mano también. Tenían que sacar provecho de la gente que había hecho una buena temporada. Fue un verano muy raro. Un día decían en el club que sí y otros no lo permitían. La operación se cerró al final del todo. No es que yo no contemplara seguir en Segunda, porque a veces no pasa nada por dar un paso atrás, pero tenía muchas ofertas y el Zaragoza necesitaba esos traspasos. Al final fue una cosa de las dos partes.

—10 millones paga el Betis.

—Una cifra importante, sin duda, para el club. También me habría gustado que fuera menos lo que pagaron por mí y que el Zaragoza se hubiera salvado.

—¿Qué significa el Zaragoza en su carrera deportiva?

—Es el club que me hizo crecer, el trampolín que me permitió estar muchos años en Primera. Sin él quizá no habría estado tanto tiempo en la élite y mi carrera hubiera sido muy distinta. Mi club de formación es el Barcelona y en el que más vínculos tuve fue el Espanyol, donde más sentí ese cariño al estar tantos años, pero el Zaragoza también fue importante, lo llevaré siempre en mi corazón. Me encantaría que este año pudiera volver a Primera. Por historia, por afición y por todo tiene que estar en la élite. A ver si cuando pase toda esta pesadilla por el coronavirus lo puede certificar. Es mi deseo.

—Aún no ha anunciado la retirada y lleva desde junio sin equipo. ¿Está decidido ya?

—Hay que esperar. He tenido varias ofertas, pienso mucho en la familia y cuesta un poco tener una buena opción. Lo que me ha llegado no nos ha convencido ni a mí ni a los míos.

—Una de las que tuvo fue la del Zaragoza al final del verano pasado. ¿Por qué al final no se dio?

—Hubo cosas que se dijeron que no eran ciertas, de cifras que salieron que no eran verdad. No fue una cuestión de dinero ni de que no me convenciera el proyecto ¿Cómo no me iba a convencer si el entrenador que está es el que ha hecho crecer tanto futbolísticamente? Ellos querían a alguien, no podían esperar mucho y al final no se dio, pero no fue porque yo no quisiera. Fue una cuestión de tiempos, yo tenía que decidir, está mi familia, con tres hijos, y no se dio, solo eso.

—¿Qué balance hace?

—Estoy encantado de cómo me fueron las cosas, sobre todo porque he disfrutado mucho. La hubiera firmado esta carrera sin duda cuando empezaba. Es que lo difícil no es tanto llegar, que no es nada sencillo, sino mantenerte tantos años. He visto compañeros que eran buenísimos y se quedaron a mitad de camino.

—¿Qué hará tras retirarse?

—Quiero disfrutar de ser entrenador. Me voy a sacar el título y empezar desde la base. Ir paso a paso, sin precipitarme e intentar llegar al máximo que pueda. Por mí no va a quedar.