La complejidad del partido en Almería por la dificultad del rival y por las ilustres ausencias de Cristian y Luis Suárez requería decisiones acertadas y futbolistas inmunes a escenarios que acongojan. La respuesta colectiva frente a una empresa de ese calado sin añorar bajas y ofrecer el suficiente nivel competitivo depende en gran medida del mensaje que se reciba por parte del entrenador. Víctor Fernández volvió a prescindir de jugar con un delantero centro pese a contar con Miguel Linares en nómina, un futbolista sin arabescos pero con cierta reputación goleadora. Sin duda una razonable alternativa para no parecer, al menos de inicio, un equipo sin más ambición que defender el empate. Achatado y con Pombo y Soro perdidos en la inmensidad de la nada ofensiva, el Real Zaragoza recibió un gol de estrategia y puso rumbo a la derrota.

La clave de las cosas en ocasiones reside en solucionarlas y asumirlas con la mayor sencillez posible. Si tienes un 9, juega con un 9, además con un ariete con experiencia y olfato, con un profesional espléndido en la honradez y el sacrificio. Hubo que acudir a él y Linares, que había disputado tan solo 43 minutos en toda la temporada, convirtió el empate en el segundo balón que cayó a sus pies desde los de Guti. Resolvió como los grandes depredadores, sin piedad, con calidad para orientarse y finalizar. Qué gran lección la del futbolista de Fuentes de Ebro, sin hacer ruido, sabiéndose condenado injustamente para esta ocasión (y la de Fuenlabrada) por una terca voluntad... Qué gran aprendizaje para el futuro, para no desfigurar por completo a un equipo que necesita esa figura en su engranaje al margen del rendimiento que pueda ofrecer.

Linares cambió las cosas (recuperó al mejor Soro) que ya había empezado a ordenar Guti y que Guitián y Clemente sujetaban con armoniosa y resolutiva complicidad defensiva. Guti está creciendo a pasos agigantados, los suyos, que dejan huella profunda en todo lo que acomete. El centrocampista desprende el inconfundible aroma de líder. Capaz de gestionar la pelota, de ordenar, de defender y de enviar una asistencia de muchos kilates, rescató al equipo para lanzarlo hacia un resultado más ambicioso. Ocupó los espacios con un físico capaz de competir contra un enemigo musculado y en casi todas las batallas salió ganador. Sencillamente colosal, vio correr a Linares, un compañero, y no dudo en enviarle el balón con delicadeza y precisión. A veces todo es tan fácil como intervenir para no entrometerse y que los jugadores decidan el destino de las cosas. Por ejemplo, la suma de un punto de enorme valía a plan cambiado.