Tienen claro que cuando este cerrojo se termine van a montar una merendola, una fiesta gorda. Habrá de todo. Dulces, refrescos, patatas fritas, música, risas. E invitados especiales. Todos los jugadores del Huesca que se quieran apuntar. No deberán irse muy lejos, a unos seis kilómetros de El Alcoraz, a Chimillas. Incluso su vecino Rafa Mir podrá ir andando. «Es muy majo y simpático, aunque ahora solo lo vemos de paso», sentencia Claudia Mur, de ocho años, y miembro de la Chimipeña. No se confundan, no es una colla de fanáticos del Chimy Ávila, sino la primera infantil de seguidores del club oscense. La más grande.

La idea fraguó en la mente de sus padres, obvio, con la intención de generar un foco de socialización para la infancia de este pueblo que ronda los 400 habitantes pero muchas parejas jóvenes. Hace cuatro años montaron un grupo para aprender a andar en zancos y participaron en el desfile de carnaval. «Ahora vimos que la mayoría eran socios o aficionados del Huesca y nos decidimos a hacer algo más», insiste Iñaki Polo, uno de los adultos promotores.

La chispa fue fraguándose y las manos se levantaron cuando les preguntaron a sus hijos si se apuntaban. Hasta cuarenta de entre dos y catorce años. «Se trata de darles un nexo en común, que se genere una identidad del pueblo encaminada a una crear una vida social sana», insiste Iñaki Polo. Muchos de los niños van al colegio a la capital, otros se quedan en el CRA del pueblo, y aunque se conocen, con este empujón tienen otro medio para juntarse, cuando se pueda, y fomentar una experiencia de ocio positiva y divertida.

Pronto contactaron con el club y les pareció una apuesta fabulosa. Incluso les ayudaron con el diseño del escudo, con un San Jorge, patrón de Chimillas, y su dragón de dibujos animados. Los grandes tuvieron que hacer todo el papeleo, pero dejaron a sus hijos e hijas votar qué cargos tendrían cada uno de ellos en la peña. «Hicimos una videoconferencia y salió Simón de presidente», informa Juan Sánchez, de ocho años, como portavoz de la familia, porque su hermano Lucas, de tres, aún no está para muchas entrevistas, aunque sí es socio. «Yo me voté a mi mismo. Espero salir la próxima vez», recuerda Martín, de 11 años. Tesorero, vice y vocales. Paridad entre chicos y chicas en una Chimijunta que representa a zagales del pueblo o que tienen vinculación con el mismo.

Todos y todas son futboleros. Hay abonados e incluso jugadores de la cantera azulgrana. Como Mateo Mur, de diez años, y portero del alevín, o Juan Sánchez, extremo izquierdo del benjamín, que confiesa que también es del Zaragoza por herencia paterna. «Mi primer partido fue un derbi y ahí me decidí un poco más por el Huesca», aclara este campeón que tiene otros tres primos apuntados en este jaleo. «Ahora tenemos que ver los partidos por la tele, pero espero volver pronto a El Alcoraz», insiste Mateo, cuyo jugador favorito es Mikel Rico.

Ese es el sueño común. Golear al bicho y subirse por las gradas del estadio. Incluso marcar dentro de unos años con esa camiseta, que todos tienen y visten con orgullo chiqui. «Y también las chicas. Tengo una amiga que está en el club y yo juego en mi cole», puntualiza Claudia Mur.

El ánimo/ Su aliento impulsaría al Huesca para lograr la primera victoria que tanto se le resiste, seguro. Desde sus casas han sufrido con las últimas derrotas, pero saben que el rumbo cambiará hacia mejor. Hasta tienen consejos para romper esta racha. «Que vayan en bici a entrenar y se entrenen más», insiste Rodrigo Castellar, de ocho añazos, e inseparable de sus amigos Borja y Bruno, mellizos y componentes de la peña también.

Aunque ahora no pueden reunirse ni hacer mucho ruido, están fraguando acciones online para dar la nota. Pronto crearán su propio perfil en Instagram desde donde darán ánimos a los jugadores y tienen apalabrado un encuentro virtual con alguno de ellos. «Y hacer una bufanda y una camiseta de la peña. Cuando se pueda nos reuniremos para ver los partidos juntos. ¡Ah! Y al Eibar le ganamos 2-0», advierte Martín añorando su butaca en el Fondo Norte y que se sabe la alineación de carrerilla. La misma lista de invitados para esa merendola. Ya falta menos, campeones.