El cigarrillo electrónico fue inicialmente visto con buenos ojos como una alternativa que permitía a los adultos ayudar a desengancharse del tabaco, manteniendo dosis de nicotina pero reduciendo el consumo de otros aditivos químicos tóxicos. Aunque esos beneficios siguen sin haberse probado, el uso de e-cigarrillos y vaporizadores se ha disparado y, en su auge, se ha creado un monstruo. Así al menos lo ve la Agencia de Alimentación y Medicamento de Estados Unidos (FDA por sus siglas en inglés) que el miércoles alertó sobre una «epidemia de adicción» entre jóvenes del país, especialmente impulsada por productos de sabores, que se admite que no se detectó a tiempo y a la que ahora se pretende poner freno.

El miércoles la FDA dio dos meses de plazo a los cinco mayores productores de los e-cigarrillos que se venden en EEUU, y que controlan el 97% del mercado, (la más afectada es Juul Labs, que domina el 72% del mercado y de la que los adolescentes han inventado el término «juulear») para que presenten planes detallados para reducir la venta entre menores. Esta, según la normativa federal, legalmente está prohibida para quienes no han cumplido los 18 años pero es una realidad. Así lo demuestran las más de 131 multas y 1.100 cartas de advertencia que la FDA ha dado a comerciantes que han estado vendiendo ilegalmente a menores, tanto en tiendas físicas como en internet. Y también los datos de la propia agencia, que estiman que más dos millones de estudiantes de secundaria fueron usuarios regulares de estos productos en 2017.

«La acelerada y preocupante trayectoria de uso que vemos en jóvenes y el resultante camino hacia la adicción debe acabar», dijo el comisionado de la FDA, Scott Gottlieb, que habló de «claros signos de que el uso ha alcanzado proporción de epidemia».