El volcán Anak Krakatu continúa desatado cinco días después de haber causado un tsunami mortal en las costas de Indonesia. Las autoridades han elevado la alerta de peligro, aumentado la zona de exclusión, y han advertido a la población de nuevos tsunamis. El área sigue en alerta alta, el segundo nivel en la escala nacional. «La hemos elevado esta mañana porque ha cambiado el patrón de las erupciones», informó Kus Hendratno, del observatorio del Krakatoa. Del volcán surgen altas columnas de ceniza y la lava incandescente se desliza por sus laderas.

El Gobierno ha extendido el perímetro de exclusión desde los dos kilómetros hasta los cinco y recomienda a turistas y locales que se alejen de las playas más cercanas al estrecho de Sonta. Los flujos piroclásticos, formados por gases calientes y otros materiales volcánicos, se han intensificado y ponen en peligro a los barcos cercanos. La lejanía de las zonas habitadas elimina el peligro de las piedras y rocas arrojadas por el volcán pero no el de los materiales más livianos transportados por el aire. La Agencia de Gestión de Desastres alertó de que los fuertes vientos estaban dirigiendo ceniza y arena a los pueblos de Cilegon y Serong (ambos en la isla de Java) y recomendó a los locales el uso de máscaras y gafas de buceo en el exterior.

La alerta implica también la cancelación de todas las rutas aéreas en las cercanías. La medida afecta a una veintena de vuelos, incluidos algunos internacionales con origen o destino en Australia o Singapur.

Las continuas erupciones agudizan el miedo a quienes vieron cómo una ola arrasaba sus viviendas y se llevaba a sus familiares. Las autoridades repiten que persiste el riesgo de nuevos tsunamis. «Rezad por nosotros para que todo acabe bien», pedía Sukma, un agente de seguridad en un complejo devastado. «Espero alguna ayuda del Gobierno y que reparen los daños. No tengo ningún sitio al que ir. No tengo dinero. Todo lo que tenía se lo llevó el agua», se lamentaba Muhamad Sarta, un campesino.

El tsunami del sábado causó 430 muertes, 1.495 heridos y 159 desaparecidos. Más de 22.000 personas han sido evacuadas y se aprietan en refugios temporales habilitados en colegios y mezquitas, con muchos de ellos durmiendo en el suelo por la falta de espacio. Los médicos y refugiados alertan sobre la falta de medicamentos, agua potable, ropa y mantas, lo que hace temer una crisis sanitaria. La prensa local habla del fuerte olor en las zonas donde han quedado atrapados cadáveres bajo los escombros. El volcán Anak Krakatu, que medía 305 metros de altura antes del derrumbe del sábado, acumula seis meses de erupciones.