«Es muy injusto, porque había escapado de la violencia de género y solo quería proteger a mis hijos». Pese a los intentos del juez por no contaminar un juicio centrado únicamente en la huida con los niños, el maltrato que Juana Rivas alega haber sufrido fue como un elefante rosa en medio de la sala de vistas. La pieza maestra del puzle que lo «distorsiona todo», según su defensa, porque fue el motivo que la llevó a huir al «no querer vivir en Italia bajo sus torturas». Y ya en España, estuvo mal asesorada por unos letrados que la animaron a agotar todas las opciones contra la sentencia que la obligaba a devolverlos con su padre.

Sin embargo, la fiscalía insiste en que hubo una decisión «unilateral» para escapar de Italia, y mantiene su petición de condena a cinco años de cárcel y seis de inhabilitación para ejercer la patria potestad por dos delitos de sustracción de menores y otro de desobediencia. La acusación que ejerce la expareja de Juana, Francesco Arcuri, llegó a asegurar que la denuncia de maltrato fue «simplemente una herramienta para conseguir una renta de inserción». Junto a la fiscala, se empeñó en demostrar que pese a la sentencia del 2009 por maltrato que pesaba sobre él, retomó la relación y tuvieron un segundo hijo. «¿Nunca le dijo nadie que estaba cometiendo un delito?», le preguntó el juez a Juana. «No, quizás represalias judiciales pero nunca pensé que cárcel».